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Día del Refugiadx

Por Sanviti, Denise; Scuzarello, Esteban; Ruiz, Florencia; Galeano, Laura Agustina; Gualtruzzi, Raul; Suarez, Santiago

Hoy, 20 de junio, se celebra el Día Mundial de los Refugiados. Éste tuvo sus inicios en el año 2001 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió visualizar en este día la dramática situación que atraviesan millones de personas desarraigadas a lo largo de todo el mundo como es el caso de los refugiados, apátridas, desplazados internos y solicitantes de asilo [1]. Esta fecha no fue elegida al azar, sino que coincide con el aniversario de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, en el cual se establecieron los instrumentos legales que deben amparar a la protección internacional de los mismos [2].

Como todos los 20 de Junio, ACNUR hace públicas las Tendencias Globales en torno al desplazamiento forzoso de personas. Los datos no reflejan un panorama alentador y nos muestran que en el día de la fecha no hay nada que celebrar. En la actualidad, hay un total de 79,5 millones de desplazados forzosos en el mundo, número que se vio incrementado en 8,7 millones de personas en relación al 2018. Estas nuevas cifras nos muestran que 26 millones de personas son refugiadas, 45,7 millones son desplazados internos y 4,2 millones son solicitantes de asilo. Cabe remarcar que del total, 40% son niñas y niños. Estas últimas tendencias muestran una modificación en torno a los 5 países del mundo de mayor procedencia de refugiados. Si bien la República Árabe Siria continuó siendo el país con mayor número de personas desplazadas y refugiadas, con prácticamente iguales números al año 2018, el recrudecimiento de la situación humanitaria en Venezuela hizo que este país se colocara en segundo lugar con 3.7 millones de personas desplazadas. Esto último ha generado que Aruba se convierta en el país que más desplazados acoge en relación a su población nacional (1 de cada 6 habitantes es refugiado), superando en este caso a Líbano, quien en los últimos años había sido precisamente el país que más refugiados acogía en relación a su número de habitantes.[3] Este panorama expone que millones de refugiados y desplazados se encuentran en situaciones de extrema vulnerabilidad debido a factores tales como género, orientación sexual, identidad de género, edad, discapacidad o pertenencia étnico-racial.


Lamentablemente, la tendencia mundial parece evidenciar que esta problemática perdurará en el tiempo. En consecuencia, la continuación de constantes conflictos armados, catástrofes naturales o antrópicas, entre otros, además del sufrimiento que causan, son fuente de pobreza, desigualdad y estancamiento económico que afectan al desarrollo y amenazan a la seguridad internacional.


En este sentido, desde el Observatorio de Asuntos Humanitarios del CEPI consideramos que es de vital importancia dar mayor visibilización y reconocimiento a las voces de los verdaderos protagonistas en estas realidades. Bajo esta premisa, realizamos una recopilación de diferentes historias de vida de actores ubicados en distintas partes geográficas del globo, tanto de refugiadxs, desplazadxs y solicitantes de asilo, como de aquellas personas que trabajan día a día para dar solución a esta problemática.


Valeria Alló, Coordinadora del Área de Elegibilidad de la Comisión Nacional para los Refugiados (Argentina).

“Hace ya 10 años llegaba a la Secretaría de la Comisión Nacional para los Refugiados. Mi formación no me permitía ignorar de qué se trataba el tema, pero poco tiempo después me di cuenta de cuánto NO sabía. No sabía que con mi aporte podía cambiarle la vida a una persona, a una familia entera o a varias...No sabía que podía ser "un puente" para que tuvieran una vida digna, sin miedo, sin riesgos. No sabía que al poco tiempo iba a recibir abrazos llenos de agradecimiento, sonrisas de ilusión, apretones de mano llenos de fe... No sabía que ese 10 de julio de 2009 empezaba a sentir mi vocación. No sabía todo lo que significaba ser un REFUGIADO.


Hoy sé, apenas algo de todo eso. Apenas puedo ponerme un poco en sus zapatos, apenas puedo imaginarme el desarraigo y la necesidad de todo. Casi no puedo imaginar lo que sería mi vida sin este maravilloso trabajo. Por todo eso celebro este Día Internacional del Refugiado, con mi más ferviente deseo de que haya más Estados comprometidos y más personas empáticas para seguir trabajando juntos por una mejor vida para todas y todos.”

OKBA AZIZA – Refugiado Sirio en Argentina.

Okba nació en Latakia y es uno de los tantos refugiados sirios que hizo de Argentina su nuevo hogar, huyendo de unas de las mayores crisis humanitarias en el mundo. Un conflicto que ya lleva más de 9 años y obligó a millones de personas –casi la mitad de la población del país – a desplazarse de manera forzada tanto internamente, como así también buscando refugio en un país en el extranjero. Vino a Argentina gracias al Programa Siria, un programa especial de visado humanitario argentino para extranjeros afectados por el conflicto en Siria. Aquí pudo rehacer su vida y continuar trabajando de lo que lo apasiona, enseñar inglés. Antes lo hacía a nivel universitario, y aquí enseña a estudiantes de nivel primario, lo que significó un desafío totalmente nuevo que muestra con orgullo y alegría por todo el cariño que recibe de sus alumnos. En efecto, describe a Argentina como “un resumen del mundo entero”, formado por personas de distintos orígenes y culturas en donde todos viven en armonía y tienen un gran sentido de la hospitalidad, por lo que no le resultó difícil adaptarse.


Por supuesto, por momentos se siente solo y extraña muchísimo. A sus amigos, a sus padres quienes aún permanecen en Siria, y a su hermano que al igual que él abandonó su país en 2014 y se refugió en Alemania junto a su esposa y sus dos hijos, luego de que el hermano mayor falleciera ese mismo año.


Recordando precisamente el Día Mundial del Refugiado, Oka quiso dejar el siguiente mensaje: “La persona refugiada es una persona como cualquier otra, ama, se siente feliz, y también triste como cualquier otro ser humano. Su estado como refugiado o refugiada debe ser un estado temporario. Debemos pensar en cómo era su vida antes, cómo eran sus sueños, qué es lo que quería ser. Por eso no se trata de cambiar la vida de las personas refugiadas, sino modificar su situación. Ellos vienen con muchas historias de amor y de felicidad. Los refugiados son como un árbol, para que den sus frutos necesitan de tierra, de sol y de libertad. Debemos ayudarlos a realizar sus sueños.


Las personas refugiadas dejamos nuestro hogar con el corazón y el alma rota. Pero también con mucha esperanza, que es una fuerza que nos lleva para adelante

siempre. Si podemos pensar así, creo que los problemas que escuchamos respecto a la fobia contra los migrantes y refugiados deberían terminarse.


Grecia: fortaleza de Europa.

La situación de las personas demandantes de asilo y refugiadas en Grecia parece empeorar día a día. Desde el año 2015, Grecia encuentra serias dificultades en poder gestionar la crisis de asilo a la que se enfrenta. Actualmente más de 118.000 refugiados y migrantes viven en éste país. Más de 76.000 viven en la Grecia continental, y otras 42.000 personas viven en las Islas Griegas [4]. El principal problema se encuentra en éste último lugar, donde las violaciones a los derechos humanos se ha normalizado de manera alarmante. Malas condiciones de recepción, violencia policial, sobrepoblación de los campos, falta de asistencia, y la discriminación constante son algunas de las situaciones que atraviesan refugiados y demandantes de asilo.


Mohsin: demandante de asilo en Samos, Grecia.

Hace dos años que Mohsin llegó a la isla de Samos, Grecia. Se escapó de Irak para salvar su vida, y se vio obligado a buscar asilo en Europa, pasando antes por Turquía. Con tan solo 25 años, Mohsin solo desea estar a salvo. En la búsqueda de ese deseo, atravesó todo tipo de situaciones. Aún hoy, sigue buscando vivir sin miedo.


“Tenía una vida maravillosa en Irak. Diseñaba cocinas. Tenía trabajo, tenía un auto, una familia, muchos amigos, contaba con dinero, podía ir a donde quería. Y me gustaría volver otra vez, pero no puedo. Estoy en Grecia porque era imposible quedarme allí. En mi país hay muchas mafias haciendo cosas terribles y matando personas. Y yo tuve problemas con ellos. Intentaron matarme. Estuve casi dos meses tratando de escapar. Tienen muchas personas trabajando para ellos en todo Irak, incluso en el gobierno mismo, entonces es difícil que pueda volver. No fue mi decisión irme, fue más bien mi familia y mis amigos quienes me empujaron a tomar esta decisión. Irme era la única manera de estar a salvo.

Lo primero que hice fue escapar a Turquía. Pero la situación allí es tan difícil. Así que tuve que decidir ir a Europa. No me gustaba la idea de ir a Europa porque todo el tiempo seguía pensando en la forma de volver a Irak.


Estuve en Turquía 2 años. Es muy difícil trabajar allí, y si trabajas duro, luego no te pagan al final del mes. Conocí gente que estaba viviendo allí hace 13 años sin ser reconocidos como refugiados, y sin nada. Tampoco podés salir de la ciudad en donde estas, ya que para salir tenes que pedirle permiso a la policía. En Turquía hay muchas mafias también, es difícil conseguir un trabajo, no podés hacer nada. Te ven como si fueras una máquina que pueden usarte para trabajar, para hacer todo para ellos, y a cambio no te dan nada. Estuve trabajando 3 meses en un lugar y no me pagaron nada. Como respuesta, me dijeron que vaya con el gobierno, que vaya con la policía a quejarme, pero que si iba la policía me pondrían en prisión porque estaba trabajando de manera ilegal, ya que no tenía documentos. Perdí toda mi plata en Turquía.


Luego de un tiempo decidí irme a Europa por muchas razones. Primero, el gobierno turco empezó a deportar personas a sus países. Segundo, ACNUR no hacía nada para ayudar a refugiados. Decidí irme a Grecia porque no hay otra forma de llegar a otro país desde Turquía. Hay una sola forma de salir de Turquía y es a través del mar. Es muy caro y es muy difícil. No estás a salvo.


Traté de cruzar a Grecia diez veces. Una de las veces que intenté cruzar, las personas que trabajan haciendo pasar de manera ilegal a refugiados, me estafaron y me robaron. Éramos casi 70 personas y nos pusieron a todos en un auto muy pequeño. Familias, chicos, no podíamos respirar. Nos dejaron en medio de la nada, y tuvimos que romper las puertas y salir. Después llegó la policía y nos metieron en prisión. Estuve 2 semanas en la cárcel.

Llegué a Samos, Grecia, en bote y tuve que pagar mucho dinero. Cuando llegue la policía nos llevó a la prisión que hay en el campo y nos registraron. Estuvimos dos días encerrados, comiendo solo una vez al día. Solo pan y algo de arroz. Y después de dos días nos liberaron y nos dijeron “encuentren su lugar”. Así que fuimos a la “jungla”. El campo de refugiados está en medio de la “jungla”. Es un lugar donde hay árboles, es montañoso, lleno de serpientes. Así que tuvimos que empezar a hacer nuestras carpas. Nosotros mismos tuvimos que ir a comprar las cosas.


Hace dos años que estoy en Samos. El campo de refugiados es terrible. Realmente no encuentro palabras para describir lo difícil que es vivir allí. Después de dos años de dormir en una carpa, de vivir con las ratas, con las serpientes, sin nada, sin baño, sin ducha, sin electricidad, sin nada, soportar la lluvia, el frío, el calor, rechazaron mi solicitud de asilo. Y no puedo hacer nada al respecto, tengo que volver a Irak a morir. No me dijeron por qué. No te lo dicen. Puedo apelar la decisión. Fui a un abogado, pero me dijo que lo mejor es dejar éste país porque no va a funcionar. Es una pérdida de tiempo y de dinero. Muchas personas lo hicieron y lo hacen, pero nada pasa. Muchos abogados trabajan estafando a refugiados, robándole lo poco que tienen, sin hacer nada de verdad por su situación.

Cuando estaba en Turquía escuche hablar de la “humanidad” que había en Europa, que nos iban a poner en lugares adecuados, que nos iban a aceptar. Recuerdo que cuando llegamos, nos trasladaron al campo con unos autos, muy cómodos, con aire acondicionados. Estábamos felices y nos decíamos, “oh, esto sí puede funcionar”, pero luego llegamos al campo de refugiados y vimos todas las carpas, toda la basura, todas las ratas y no podíamos creerlo. Para entenderlo hay que ir y verlo con tus propios ojos.

La palabra refugiado me hace sentir que no sos nada en Europa. No pueden entender lo difícil que es tener que dejar tu país. Se que no puedo cambiar nada, pero si pudiera hablar con alguien importante, que tenga poder decisión en esto, quisiera preguntar: “¿Por qué seguimos aquí?” Quiero entender. Si me responden: “pero vos viniste acá”, le haría una segunda pregunta: “pero ¿por qué ustedes abren sus fronteras?”. Si me dice, “bueno, no podemos cerrar las fronteras”. Entonces les diría, “¿por qué no transfieren rápidamente a las personas a otros países? Están matando a las personas en este lugar”.

Con toda mi situación, prefiero morir en mi país que acá, aunque en este lugar estoy muriendo todos los días un poco. Me pregunto ¿esta es toda la humanidad de la que hablaban?”.

Jokin Orozko, coordinador de la ONG Action For Education, Samos, Grecia.

Jokin es coordinador de la ONG Action For Education. Una organización que opera hace aproximadamente dos años en Samos, dando cursos de idiomas, de música, y también otorgando apoyo psico-social, comida y duchas, a la comunidad de refugiados que habitan en la isla. La ONG brinda este apoyo a chicos y chicas de entre 18 y 23 años, y además trabaja con personas del mismo campo de refugiados, los cuales brindan clases de idiomas, o ayudan en el funcionamiento diario del lugar. Debido a esto, tienen la posibilidad de vivir en una de las casas que la ONG alquila.


“No nos gusta la palabra beneficiario. Hablamos de participantes. Creemos que la palabra beneficiario tiene una connotación paternalista y muy de supremacía blanca. Por mucho que trabajamos estrechamente con esta población no quiere decir que tengamos las mismas oportunidades y los mismos derechos. Tenemos que reconocer que estas personas tienen un futuro muy incierto, que atraviesan dificultades que nosotros y nosotras ni nos imaginamos, en su vida diaria, en su pasado e incluso en su futuro. No trabajamos desde una visión “ay pobrecito, el refugiado”, sino que el trabajo se basa en reconstruir la dignidad que se perdió y también intentar ser lo más profesional posible con esta población sin perder la perspectiva emocional.

Todo fue un aprendizaje, aunque siempre la idea de no comportarse de manera paternalista estuvo desde el inicio de la organización. Hay que proteger, pero también hay que saber cómo proteger a esta población. Hay que saber como dar estas oportunidades para que primero se sientan seguros y seguras, y que no estén ni coaccionados ni coaccionadas, ni bajo una desigualdad de poder.

Somos la única ONG que hospeda a personas de la comunidad de refugiados que trabajan con nosotros. La mayoría de las ONG’s en Samos son inglesas, holandesas, francesas, y se ve muchas veces en su vocabulario y en su planteamiento, una visión que sigue siendo colonialista y paternalista, también teniendo en cuenta su carga histórica. Esto está cambiando un poco. Viene por una madurez y un recorrido que trae la experiencia y el tiempo.

El planteo que hay que hacer es como se ayuda a estas personas. No es “menos mal que estoy aquí, sino no podrías comer” sino “enséñame a cocinar para los tuyos, enséñame como puedo a ayudarlos” por ejemplo. Somos un transmisor, no tenemos esa mentalidad de “he venido a salvarte” sino que es que a través de este privilegio que tenemos de abrir una ONG, o poder venir aquí y trabajar dos años, somos el enlace de esa ayuda, pero a través de un empoderamiento de la comunidad de refugiados.

Yo no suelo usar la palabra refugiado, en realidad, me cuesta. Creo que tiene una connotación negativa. Por los medios de comunicación sobretodo. Cuando escucho la palabra refugiado me acuerdo de las imágenes de las personas llegando en las lanchas, personas traumatizadas, pienso en las personas que murieron tratando de llegar. Sin embargo, al estar aquí, y al trabajar con y para ellos y ellas, la connotación cambió totalmente. Son personas. Tienen un pasado, un presente que es muy duro, pero que también tienen sueños. Ganas de aprender, relacionarse, trabajar. En mi imaginario, y trabajando aquí, la palabra refugiado tiene una connotación de resiliencia y valentía. Pero sigo teniendo contradicciones al intentar pensar cuál sería la mejor forma de nombrarlos. El estigma de la palabra es lo que aún me genera contradicción".

Ashanti Mullings: refugiada jamaiquina en Argentina.

Ashanti llegó a la Argentina en 2018 luego de haberle sido rechazado su solicitud de refugio en Corea del Sur y tras haber sido múltiples veces discriminada y violentada en su Jamaica natal por su condición de género. Ashanti es parte de una comunidad prácticamente invisibilizada, pero que crece día a día: la de las personas que han tenido que huir de sus países y solicitar refugio por ser, amar y existir.

“Decidí dejar mi país porque mi vida estaba en peligro. Yo vivía en la calle, debajo de un puente. Creo que las debes conocer a las “gully queens”, que son un grupo de chicos gay menores de edad que viven ahí porque no pueden quedarse en sus comunidades, porque serían asesinados o porque sus familias los echaron y los mandaron a vivir a la calle y cosas así. Yo vivía con ellxs, era una de ellxs y vivía con ellxs. Pero por mi sexualidad yo era golpeada, apedreada, un día casi me disparan. Me trataban muy mal y mi vida estaba en peligro, ni siquiera podía andar por la calle para conseguir algo para comer sin correr peligro. Fui violada, abusada sexualmente, mentalmente, físicamente y emocionalmente. Mi propio padre me había rechazado. Cuando era chica, era un nene muy afeminado y eso lo enojaba a mi papá, me gritaba si hablaba de forma femenina, me pegaba cachetazos, me golpeaba. Tenía mucho miedo de hablar con él cuando era chica. Si tenía tarea de la escuela o algo para estudiar, tenía mucho miedo de preguntarle y pedirle ayuda porque tenía miedo de que me pegara. Así que crecí en ese tipo de vida y en la escuela también me hacían bullying, me llamaban de malas formas, me discriminaban porque era femenina pero también, y gracias al baile, tenía algunxs amigxs. Así que quedé en la calle, sin nadie, ni siquiera mi familia. No tenía nada y estaba a punto de hasta perder mi vida, pero tuve la oportunidad de poder irme de Jamaica y la tomé. Creo que nadie debería poder decidir sobre la vida del resto, que todxs tenemos un derecho: el de ser quien queramos ser y todxs deberíamos poder vivir al máximo.

Decidí venir a la Argentina porque en verdad cuando me dieron la oportunidad de abandonar Jamaica fui a Corea del Sur. En camino a Corea, tuve que hacer una parada de una noche en Argentina y nunca voy a olvidar cómo me trataron en el aeropuerto con respeto y amor, nadie me discriminó por quien yo era, me trataron como a un ser humano. Finalmente no me dieron el refugio en Corea, porque soy una mujer trans y no es seguro para nosotras allá, no hay leyes que nos protejan y ahí pude elegir otro país y sin dudarlo elegí Argentina.

Hoy tengo planes. No quiero volver a Jamaica. No quiero volver a un país donde no me acepten y donde me matarían por ser una mujer trans. Sueño con tener un programa de televisión, como Oprah Winfrey. Me gustaría inspirar a otras personas que han sido abusadas sexualmente, mentalmente, físicamente y emocionalmente. Me gustaría ser una voz, la voz de quienes están sufriendo discriminación, que están sufriendo racismo, que están sufriendo abusos por su sexualidad. Me gustaría inspirarlos y motivarlos para que puedan superar su situación. Me gustaría ser una defensora. También quiero seguir bailando, cantando y haciendo lip sync porque eso es lo que me hace feliz”.

Calais durante la pandemia

Calais, situada al norte de Francia, es un punto estratégico para el paso de migrantes y refugiados que buscan llegar a Inglaterra. Desde la demolición de la “Jungla” en 2016, un campamento que llegó a albergar 5497 residentes [5], se ha incrementado la securitización de la zona a través de acuerdos de seguridad e inversiones millonarias de Inglaterra y Francia para evitar los cruces de frontera no autorizados, creando una situación de “cuello de botella”.

Esta decisión conjunta de los gobiernos de desalentar el tránsito migratorio, a través de la creación un clima de hostilidad y persecución, utiliza compañías policiales antidisturbios, quienes emplean tácticas como desalojos casi diarios de campos -en los cuales se incautan carpas, mantas, bolsas de dormir y bienes básicos- privación de sueño, tácticas de intimidación y uso regular de gases lacrimógenos. Esto tiene como resultado que las personas viviendo en condiciones precarias y atroces tomen decisiones cada vez más arriesgadas para escapar esta situación insostenible.

Este año la situación se complejizó aún más con la pandemia de Covid-19 y las medidas tomadas subsecuentemente por el gobierno, las asociaciones y las personas desplazadas.

En este contexto, la comunidad Eritrea de Calais publicó una carta abierta [6] donde denuncian el incremento de la violencia policial:

“Nuestra denuncia es sobre las compañías de la CRS (Nota: Compañías Republicanas de Seguridad) y sus acciones agresivas e impulsivas hacia nosotros. No piensan que somos humanos. Nos dicen nombres como mono, perra, etc…


Unas semanas atrás empezaron a amenazar nuestras vidas, continúan golpeandonos cada vez que tienen la oportunidad, como cuando encontraron dos o tres personas caminando en los alrededores de la calle de la comida (Nota: Lugar de distribución de alimentos), o en nuestras carpas cuando dormimos.


Continúan manejando hacia nosotros en la calle, como si quisieran atropellarnos, empezaron a llevarse gente con ellos a algunos lugares fuera de Calais y los golpean hasta que se desmayan.


Esconden sus números personales de identificación (RIO) cuando nos están haciendo algo malo, rompen nuestros celulares y nuestros cuerpos.

“(...) una persona fue atacada con gas lacrimógeno y golpeada por la CRS luego de ser denegada su entrada a un Supermercado Carrefour.”

“dos personas caminando cerca de la Stade de L'Épopée para buscar comida en la distribución fueron golpeadas por la CRS compañía 8, como resultado uno de ellos tiene un brazo roto”

Asimismo, las organizaciones trabajando en el área tuvieron que tomar decisiones sobre cómo adaptarse a estas nuevas circunstancias, una de ellas, “Refugee women’s Centre” cuya misión es proveer apoyo a mujeres y familias migrantes, publicó una nota sobre la evolución de sus servicios titulada “Presencia y ausencia: manteniendo el servicio en la primera línea durante el Covid-19” A continuación presentamos extractos de la misma [7].

“El 13 de marzo las reuniones de más de 100 personas se prohíben, no hay comentario sobre las personas viviendo en Grande-Synthe (alrededores de Calais) y Calais, alrededor de 1800 personas en total.

16 de Marzo, noticias del despliegue masivo de policía militar en París, en preparación para un anuncio nacional de Emmanuel Macro esa tarde, situó a las asociaciones en lo que pareció un pánico colectivo de toma de decisiones, decisiones que serían trabajadas nuevamente y vueltas a hacer en los meses siguientes basadas en preguntas sin responder. ¿Es posible limitar nuestros servicios asegurando que la gente tenga acceso a comida, calor y electricidad? ¿Es nuestra responsabilidad en este momento estar más presentes o menos? ¿Nuestra presencia está de hecho, incrementando el riesgo a la salud de las personas a las que apoyamos? ¿El hecho de que continuemos trabajando simplemente excusa al gobierno de sus responsabilidades durante este tiempo?

Y las preguntas más inmediatas y básicas ¿cómo protegemos a otros y también a nosotros? ¿Qué le decimos a nuestros voluntarios? ¿Cómo obtendremos traducciones inmediatas de información sobre los cambios que acontecen, para mandarselas a familias que las esperan para esta hora mañana?

17 de marzo, las medidas de confinamiento comienzan y cualquiera que deje su casa requiere una autorización firmada especificando por qué. Las asociaciones o individuos que “proveen asistencia a personas vulnerables” tienen permitido continuar trabajando bajo las regulaciones. Esto no previene, sin embargo, el sentimiento de ansiedad cada vez que pasa por al lado o para una camioneta de la policía, que siguen operando bajo una política hostil de “anti-puntos de fijación.

23 de marzo (...) Multas para asociaciones de soportes a refugiados, todavía operando en Calais legalmente y con la autorización de la Municipalidad, se multiplican.

(...) Mientras otras organizaciones tuvieron que limitar sus operaciones, o retirarse completamente, el Estado tomó algunas decisiones para cumplir algunas de las necesidades más básicas. El “Secours Populaire” comenzó a distribuir packs de comida seca, pobres en comparación a las dos comidas calientes diarias de Salam y Refugee Community Kitchen. La Municipalidad de Calais accedió a ordenar que la Protection Civile lleve a gente al hospital. Ninguna de las decisiones del Estado fue tomada con diálogo o participación de las comunidades desplazadas, cuyas voces y experiencias durante el periodo de confinamiento han sido nuevamente marginalizadas.

(...)Las organizaciones médicas fueron forzadas a suspender sus servicios en Grande-Synthe, las personas ya no saben como llegar al hospital local si es necesario. Familias que interceptadas en botes o arrestadas arbitrariamente y llevadas a Calais se encuentran varadas, y a menudo separadas de otros miembros de su familia, mientras que la policía previene que cualquiera que parezca “desplazado” aborde trenes, apoyándose en una agresiva discriminación por perfil racial. Autobuses en Calais se rehúsan a parar por gente, o los remueven violentamente.

Durante este tiempo, el número de familias continuó incrementándose (...)Sin embargo perdimos nuestra capacidad de proveer un espacio seguro y confiable para mujeres viviendo afuera. No pudimos quedarnos y hablar por tiempos largos con mujeres, y proveerles un espacio seguro y confidencial -usualmente construido con cuidado alrededor de nuestra camioneta, o el de uso semanal en el lugar interno- en el que las mujeres pudieran construir la confianza en nuestro servicio, y revelar problemas de violencia o salud sexual, apoyo necesario más allá de las necesidades materiales inmediatas.

Este “espacio” se transformó en llamadas telefónicas, empezamos a hacer chequeos diarios y a compartir información mediante llamadas o mensajes. Sin embargo, preguntarle a una mujer si está bien, conociendo que puede estar rodeada de diez personas, pone límites en su habilidad de respondernos.

Los desafíos en simplemente acceder y permanecer en contacto con personas, a la vez de tener menos presencia en el terreno, se combinaron con desalojos a gran escala de espacios habitados. Mujeres y hombres, dispersos en el área alrededor de Grande-Synthe, comenzaron a acampar en viejas zonas industriales, en bosques, en campos, lo más lejos posible de la policía. Lo que también significó lejos de otros miembros de la comunidad que les ofrecían apoyo o información, y del alcance de las organizaciones.

Este tiempo nos ha permitido ver una forma de acción y organización accesible y diferente. Una que se enfoca más en llamar a actores estatales a que cumplan con sus responsabilidades, desde proveer barbijos y asegurar acceso a baños y duchas a investigar la violencia policial. Esto siempre ha sido parte del trabajo de Refugee Women’s Centre, pero los largos días de trabajo en el terreno han tendido a tomar precedencia.

Hemos visto que se puede lograr que el estado cumpla con sus responsabilidades cuando no hay otra opción. El hecho de que lograran proveer alimentos básicos, instalaciones de duchas, y la apertura de más espacios de alojamiento - aunque lamentablemente insuficientes y de bajo estándar- fue un gran recordatorio del deber del estado de cuidar de poblaciones marginalizadas y otras personas que no poseen medios para protegerse.

El gobierno francés ya se ha retirado de todo esto, terminando con las distribuciones de alimentos en Grande-Synthe y anunciando el cierre de la operación de albergue por Covid-19. Pero el trabajo de abogar porque estas responsabilidades se cumplan continúa.”

Por todo lo anterior, es necesaria una reforma estructural del sistema de asilo europeo, que se ha probado deficiente e inoperante. Se deben explorar alternativas legales para abrir caminos legales y seguros para permitir que los individuos accedan a los sistemas de asilo, en Inglaterra, en Francia y en el resto de Europa.

Las políticas de desaliento y hostilidad a la migración, la construcción de muros y vallas, las inversiones millonarias en la securitización fronteriza, se prueban ineficaces continuamente, las personas continuarán tomando decisiones que arriesgan sus vidas para llegar a su destino y encontrar la seguridad y estabilidad que merecen, siempre y cuando sientan que no hay otra opción.

Estas tácticas hostiles deben ser reemplazadas por condiciones humanas de recepción de personas, garantizando los derechos humanos y el trato digno de todos los solicitantes.

  • Para donaciones:

https://donate.helprefugees.org/campaigns/refugee-womens-centre-calais-dunkirk/

Ser refugiado en tiempos de pandemia:

La rápida expansión del COVID-19 ha tomado por sorpresa y puesto en jaque los sistemas de salud y contención en el mundo entero. En este sentido, 174 países de acogida de personas refugiadas han registrado transmisión local del virus, lo que supone poner en serio riesgo a las personas refugiadas y desplazadas, por su doble condición de vulnerabilidad: no sólo el desplazamiento forzado de sus hogares los coloca en una situación sumamente frágil para poder asegurar sus derechos básicos más fundamentales, sino que dicha vulnerabilidad los expone de manera especial al contagio con el virus, en la medida en que millones de personas refugiadas todavía tienen serios problemas para poder acceder a condiciones de alojamiento dignas que les permitan un adecuado distanciamiento social, e incluso a elementos de higiene y salubridad esenciales como medidas de prevención, tales como agua potable y demás insumos indispensables para poder mantener una higiene adecuada que les permita prevenirse del contagio. A ello se suman las barreras que muchas veces las personas enfrentan para acceder a los sistemas de salud pública en los países de acogida.

Asimismo, ante un nuevo mundo de fronteras cerradas y controles migratorios exacerbados, es importante recordar y hacer un llamamiento a los Estados para que garanticen la protección y respeten el derecho de las personas desplazadas por la fuerza a solicitar asilo.

Finalmente, reconociendo que el coronavirus no discrimina, ni conoce de fronteras o barreras idiomáticas, es importante que acabemos y luchemos contra los discursos que promueven la discriminación y la xenofobia, intentando buscar en las personas refugiadas y desplazadas un chivo expiatorio a los problemas y desafíos que tamaña crisis trajo aparejada.

Bibliografía

  • [1] IDHC. 2019. “Día Internacional del Refugiado”. Disponible en:

https://www.idhc.org/es/agenda/dia-internacional-del-refugiado.php

  • [2] ONU. 2019. “Día Mundial de los Refugiados”. Disponible en:

https://www.un.org/es/observances/refugee-day

  • [3] ACNUR. 2019. “Tendencias Globales”. Disponible en:

https://acnur.org/5eeaf5664#_ga=2.199252270.1415874284.1592483581-937360895.1566155014

  • [4] Link:

https://data2.unhcr.org/en/documents/download/74972

  • [5] Boittiaux, Camille y otros.(2020) A Brief Timeline Of The Human Rights Situation In Northern France. Refugee Rights Europe. Recuperado de:

<https://refugee-rights.eu/>

  • [6] Refugee Women's Centre. (2020). Recuperado de

<https://www.facebook.com/refugeewomenscentre/photos/pcb.867572133668418/867697740322524/>

  • [7] Presence and absence: maintaining a frontline service during Covid-19” (2020). Refugee Women’s Centre. Recuperado de:

<https://www.dunkirkrefugeewomenscentre.com/single-post/2020/06/12/Presence-and-absence-maintaining-a-frontline-service-during-Covid-19>

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