Beijing+30: entre la emancipación prometida y las resistencias del patriarcado
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Por Natalia Henao Tamayo, Coordinadora del Observatorio de Mujeres y Diversidades: política, paz y desarrollo

La Plataforma de Acción de Beijing, adoptada en 1995 durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, continúa siendo un referente indispensable para comprender la evolución global de los derechos de las mujeres. Treinta años después, su vigencia revela tanto la fuerza del horizonte feminista internacional como las persistencias estructurales que dificultan la igualdad sustantiva.
Según ONU Mujeres (s.f.), la Declaración de Beijing constituye “el compromiso más progresista jamás asumido” en materia de igualdad de género, articulando doce esferas críticas que buscan transformar las estructuras sociales, económicas, culturales y políticas que sostienen la desigualdad. Sin embargo, tal como advierte El Comité de América Latina y El Caribe para la defensa de los derechos de las mujeres, CLADEM (2025), la implementación ha sido desigual, profundamente atravesada por los contextos regionales, las crisis económicas y los avances y retrocesos democráticos en América Latina y el Caribe.
A lo largo de estas tres décadas, los avances han sido significativos en el plano normativo e institucional: proliferación de leyes contra la violencia de género, consolidación de marcos de derechos reproductivos, creación de mecanismos estatales para la igualdad y ampliación de la representación política de mujeres mediante medidas de acción afirmativa. En línea con la Plataforma, la violencia contra las mujeres dejó de considerarse un asunto privado para ser reconocida como un problema público que compromete la responsabilidad estatal, mientras que los derechos sexuales y reproductivos se consolidaron como dimensión fundamental de la autonomía femenina. No obstante, y pese a estos progresos, las transformaciones materiales han sido más limitadas. CLADEM (2025) expresa que, aunque se ampliaron derechos formales, su ejercicio real enfrenta barreras persistentes como pobreza, racismo estructural, precarización laboral, restricciones territoriales y resistencias culturales.
Durante los últimos años, especialmente tras la pandemia de COVID-19, se evidenció un retroceso preocupante. ONU Mujeres afirma que la crisis profundizó desigualdades preexistentes, aumentando la carga de cuidados no remunerados que recae sobre las mujeres y deteriorando su participación económica. A ello se suma el avance de movimientos conservadores y antiderechos en varios países, que, como señala CLADEM (2025), han buscado “restringir el acceso a derechos sexuales y reproductivos, así como otras áreas clave como la educación sexual integral y la paridad de género” (p. 12). Estos retrocesos revelan que la igualdad formal no garantiza la igualdad substantiva y que los avances pueden revertirse cuando las condiciones políticas cambian.
Desde una perspectiva feminista crítica, los 30 años de Beijing evidencian la tensión entre la universalidad de los marcos globales y las realidades locales diversas. La plataforma fue enunciada como un programa global, pero su apropiación ha estado mediada por desigualdades históricas derivadas de la colonialidad, la racialización y las jerarquías económicas. Así, la igualdad que Beijing propone requiere ser reinterpretada desde las experiencias situadas de mujeres indígenas, afrodescendientes, rurales, migrantes y de sectores populares, cuyas luchas no siempre encajan en los moldes institucionales tradicionales. El balance contemporáneo muestra que, si bien Beijing abrió puertas para la institucionalización del feminismo y para el reconocimiento estatal de derechos, la transformación profunda de las estructuras patriarcales exige una “Beijing expandida”, capaz de integrar enfoques interseccionales, decoloniales y comunitarios que atiendan las desigualdades múltiples que atraviesan la vida de las mujeres.
En síntesis, los 30 años de la Plataforma de Acción de Beijing revelan un proceso histórico de avances normativos, resistencias políticas y desafíos estructurales. La agenda ha permitido conquistas innegables, pero también ha mostrado que la igualdad real requiere más que compromisos: exige recursos, voluntad política sostenida, participación social amplia y un reconocimiento profundo de las desigualdades que exceden lo jurídico. La promesa de Beijing sigue vigente, pero su cumplimiento depende de fortalecer una agenda feminista que, lejos de retroceder, profundice su carácter transformador frente a las nuevas amenazas y viejas desigualdades que aún persisten.
Referencias
CLADEM. (2025). Breve balance a 30 años de la Plataforma de Acción de Beijing. Serie Beijing+30. CLACSO–ONU Mujeres.
ONU Crónica. (s.f.). La Plataforma de Acción de Beijing cumple 30 años: marcando avances y abordando desafíos. Naciones Unidas. https://www.un.org/es/cr%C3%B3nica-onu/la-plataforma-de-acci%C3%B3n-de-beijing-cumple-30-a%C3%B1os-marcando-avances-y-abordando-desaf%C3%ADos





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