Por José Saint Germain, miembro del Observatorio de Política Internacional.
Fuente: Johannes Simon (Getty Images).
Durante este año el pueblo alemán procesó por vía de las urnas la despedida de Angela Merkel, quien ha ejercido el poder durante 16 años. Para los alemanes, el futuro no podría ser más incierto y complejo: cuando el cambio climático, la crisis económica global y el crecimiento del populismo europeo más apremia, el país germano suelta a su principal líder. Frente a este escenario, diversos referentes partidarios buscan ocupar su rol y captar la mayor parte de la gran porción del electorado que Merkel logró conquistar.
En esta entrevista Franco Delle Donne nos ayuda a recorrer esta coyuntura abordando diversos tópicos: desde el significado de Merkel para Alemania, Europa y el mundo; pasando por el rol y el desempeño de los principales candidatos en la recta final de la campaña (la entrevista se realizó cinco días antes de las elecciones), hasta describir la situación actual de la derecha radical alemana.
Franco Delle Donne es doctor en comunicación por la Freie Universität Berlin y hace más de diez años que vive en Alemania. Entre los diversos proyectos que llevó adelante se encuentra el podcast “El fin de la era Merkel”, conducido junto a Raúl Gil Benito y que finalizó pocos días después de conocer el resultado de los comicios. En el mismo analizan la coyuntura electoral alemana desde múltiples lecturas, tanto desde el desempeño e historia de los partidos, como desde la gestión de Merkel y otras cuestiones estructurales que han moldeado el sistema político alemán. Recientemente se encargó de la investigación y edición del podcast documental “Merkel: la canciller de las crisis”, en donde se realiza un recorrido por las situaciones más críticas en la vida política de la actual canciller, así como de las maneras en que logró sortearlas.
¿Qué es lo diferente que tuvo Merkel para mantenerse tanto en su cargo? Al compararlo regionalmente se podría equiparar a los liderazgos del Partido Conservador en Reino Unido. Sin embargo, no cuenta con la misma fortaleza ya que allí gozan de amplias mayorías para gobernar en solitario, mientras que la CDU/CSU tienen que estar constantemente negociando dentro de coaliciones que pueden ser más o menos fuertes dependiendo de los tiempos ¿qué fue lo distintivo del liderazgo de Merkel para mantenerse tanto tiempo en contextos tan cambiantes para Alemania y en Europa?
En lo primero que pienso con esta pregunta es en un concepto importante para definir a Angela Merkel, y es el de una cultura política diferente a la que tal vez otros partidos políticos y otros líderes de partidos políticos en Alemania habían tenido hasta ahora. Una cultura política diferente en el sentido de la forma de llevar adelante objetivos concretos de gobierno y solución de problemas o crisis que aparecían, en los términos de tratar de avanzar de forma pragmática y no necesariamente de forma programática hacia los objetivos que se iban planteando.
Con esto no quiero decir que ella no tenía un programa o ideas atrás, sino que tal vez siempre ha trabajado en esos 16 años en función de atacar un problema, y no necesariamente imponer una visión del mundo o de un proyecto. Y eso es diferente de sus antecesores en su propio partido y en los otros partidos. Me parece importante marcarlo porque nos ayuda a entender cómo Merkel, a partir de esta estratégica, termina tomando o consiguiendo el apoyo de electores que, en otro momento para un partido como la Unión Demócrata Cristiana, no estaban dispuestos a acercarse.
Merkel lo que hizo fue construir a partir de esta lógica de pragmatismo a ultranza, o “pragmatismo merkeliano”, un partido de centro amplio. Es decir, ir ocupando cada vez más el espacio de centro, incluyendo la parte de centro izquierda o progresista, y a partir de ahí ir construyendo mayorías amplias que le permitían a ella absorber los votos de gente que podría votar al partido verde o al partido socialdemócrata sin ningún tipo de problema, o que tal vez a nivel regional votaban a otra cosa, o a nivel de encuestas fluctuaban. Por eso se decía que Merkel era la canciller del “más diez”. No solo porque el canciller siempre tiene un peso al ocupar el ejecutivo como en cualquier país, sino porque tenía esta capacidad de tener un “aura de persona” por encima de los partidos de centro. Ella representaba cualquier posición más o menos de centro en Alemania.
Eso lo vemos hoy, no quiero decir que es una evidencia empírica ni mucho menos, pero sí que es un indicador, cuando vemos que los tres candidatos de los tres partidos que te nombré (la Unión de centro derecha, el SPD de centro izquierda y los Verdes, que serían centro izquierda pero un poco conservadores dependiendo de la región) se distribuyeron los votos de la campaña que “le correspondían” a Merkel. Entonces, vos tenés una época, más o menos en abril-mayo donde le va muy bien a los verdes, con alrededor del 29 por ciento, después pasa al 30 por ciento la CDU y los verdes caen, y después aparece Olaf Scholz, allá en agosto y por diferentes circunstancias. Más allá de los factores de la campaña y por qué uno subía y otro bajaba, es el mismo electorado que va fluctuando de un lado a otro. La única que lo había podido sostener durante mucho tiempo a todos juntos bajo un signo político era Angela Merkel. Creo que ahí está uno de los factores, aunque seguramente esto es multicausal del fenómeno de 16 años en el poder. Es entender que construyó un partido muy amplio de centro.
Esto tuvo sus ventajas, que las acabamos de describir, como ganar cuatro elecciones consecutivas. Y sus desventajas: que nadie pueda reemplazarla, porque se convirtió ella de alguna manera en la figura y no el partido, cosa que en Alemania (si bien ha habido hombres fuertes) lo normal es que haya un partido fuerte. También le ha traído ciertos problemas dentro del partido, ya que la han acusado de “socialdemocratizarlo”. Lo cual se puede discutir, porque hay otras personas que observan que modernizó al partido ampliando el centro, es decir, poniendo a la CDU en un lugar donde la sociedad alemana ya había llegado. Ya había mujeres que trabajaban y necesitaban la comprensión y la ayuda del estado para poder ejercer sus profesiones y no estar obligadas indirectamente a quedarse en casa con los niños para ser valoradas. Y eso la CDU no lo empezó a pensar hasta que Merkel, de alguna manera, empezó a sacar leyes relativas a eso. Ni hablar de otras ideas como el matrimonio igualitario, aún más a la izquierda respecto de la CDU, o abolir el servicio militar obligatorio. Son cosas que Merkel fue, de alguna manera, incorporando directa o indirectamente, pero siendo parte de la coalición de gobierno lograba la atribución de responsabilidad de ir consiguiendo esas conquistas. Por ejemplo, la cuota femenina en las empresas grandes, especialmente las públicas. Entonces, sin necesidad de estar ella peleando por eso, recibe esta atribución de responsabilidad, así como los beneficios de eso. Eso generaba esta idea de que Merkel, al estar por encima de los partidos, brinda esa estabilidad y certidumbre, encima acomodando su partido a los tiempos actuales. Entonces esto de alguna manera te cuenta porque está hace tanto tiempo en el poder.
Me interesa mucho la forma en que describís cómo se posiciona ella por encima de los partidos, cómo sortea las divisiones y por cómo soluciona los embates de la política. Tomando también en consideración el momento en que inició su mandato ¿se la podría considerar como la última líder no populista en Europa y el mundo?
Seguramente hay otras figuras para mencionar, pero sí es cierto que es un mundo donde vemos que hay muchos liderazgos populistas llegando al poder o teniéndolo desde hace tiempo. Porque cuando se retire Merkel (la líder más longeva en términos de años en el gobierno) el que le sigue es Viktor Orban, justamente lo contrario, un representante de lo que él denomina un “estado iliberal”, populismo a ultranza en todos los sentidos. En un manual de populismo, si es que hubiera alguno, seguramente estaría su foto en la definición, al menos en Europa. Y es cierto que hay otros lugares en donde pasa algo parecido. En Italia, desde Berlusconi para acá prácticamente todos tienen esa característica. No sé si decir lo mismo del presidente Sánchez en España, habría que preguntárselo a algún experto en política española. Pero sí que Macron coquetea con esta idea del líder, de él representar a la república. Ni hablar de Boris Johnson o Donald Trump.
Para esto que vos marcas me parece interesante graficar dos cosas: la primera ya la mencioné, es este contrapunto con Viktor Orbán, que tiene su inicio e hito con la crisis humanitaria por la llegada de refugiados, donde él abiertamente le declara la guerra y dice “yo represento a otro tipo de Europa, una Europa que piensa en las naciones”. Esta idea más nacionalista y reformista de Europa rompe con los cimientos, porque justamente la integración europea va en el sentido contrario. Pero él también discute muchas instituciones y valores propios de una democracia liberal en sentido clásico, no sólo en lo económico. Entonces ahí aparece la libertad de prensa hasta dónde a él le parezca, la libertad de expresión lo mismo, la libertad de estudiar lo que vos quieras también. En Hungría está prohibido hacer estudios de género porque él lo dice, y se acabó, y porque no condice con la visión de familia que él tiene. Entonces, él se presenta como el contrapeso de ella (el eje de Visegrado). En términos ideológicos él habla de estado iliberal -que es muy interesante estudiar- y claramente la pone, como buen populista que es, del lado de la élite malvada que no quiere que nosotros el pueblo seamos felices, por diferentes circunstancias. Merkel, de alguna manera, es el último bastión del liberalismo.
En el podcast “Merkel, la canciller de las crisis”, al final del episodio 4 casi llegando al final hacemos una escena en donde Barack Obama viaja a Alemania, se encuentra con ella y le pide a Merkel que, tras el triunfo de Donald Trump, se quede como canciller porque necesitan a alguien en quien confiar, según Obama, en nombre de lo que ellos denominaban “el mundo “libre”. Yo le diría el mundo occidental, más clásico-liberal. Entonces, según lo que explican los biógrafos, ella acepta continuar (cosa que no quería hacer, ella no quería postularse en 2017) por este pedido y toma esa responsabilidad. Al mismo tiempo pone a Alemania en otro lugar. Porque Alemania, lo dice Pilar Requena en un libro sobre Alemania que se titula “La potencia reticente”, nunca había aceptado después de la segunda guerra mundial ser líder de Europa, ni tampoco los otros países hubiesen aceptado esto. Ni Francia ni Reino Unido estaban en condiciones de aceptar una Alemania fuerte y líder en términos políticos, lo era en términos económicos. A partir de los 60/70 Alemania claramente ya era el país más potente de Europa. Lo fue durante mucho tiempo hasta que China termina de surgir y supera a Alemania como “Exportweltmaister” (el campeón mundial de las exportaciones). Era un país que tenía todo para ser líder, pero no lo era en términos políticos por esta reticencia propia de la historia. Eso cambia con Merkel, pero no porque Merkel se lo hubiese imaginado, sino porque las circunstancias de alguna manera se van acomodando para que ella termine en ese lugar ¿ella está feliz con eso? No lo sabemos. Pero está claro que nunca se expresó como un objetivo. En ese sentido, esos dos elementos ponen a Merkel en ese lugar de, como vos decís, “la última liberal” o “la última líder no populista del mundo libre”, pero bueno, seguramente habrá otros y no se termine acá. Cuando se termina una era como esta uno piensa en estos términos, pero si es verdad que hay que reconocer que ella tuvo que asumir ese rol en algún momento y, a su manera, lo ejerció. Después cada uno evaluará si lo hizo bien, lo hizo mal o si lo pudiera haber hecho diferente.
¿Cómo avizora el escenario europeo sin el liderazgo de Merkel en Europa?
Es un interrogante importante, también dentro de la propia Alemania. Esto que yo te marcaba como una virtud: tener un partido de centro, estar por encima y que la Unión Europea haya construido a partir de su estilo estos consensos y estos avances, si es que los hubo, en estos temas. Es cierto que, por un lado, ella deja cosas sin resolver, como el tema de la digitalización, el tema de la deuda social y la desigualdad, el tema de la crisis climática. Y al mismo tiempo, no está muy claro que cuando ella se vaya el que le siga (ya sea Olaf Sholz o Armin Laschet o quien sea que después sea canciller) siga sus mismos pasos o si va a querer. Y eso no me termina de quedar claro, incluso habiendo seguido toda la campaña y habiendo escuchado lo que dicen. Algunos dicen más, otros poco o nada. Me parece que habría que especular demasiado.
Ahora, si vemos las herramientas que están disponibles, vemos que tenemos un Emmanuel Macron que intenta ser reelegido, pero que tiene una contrincante con peso potente, Marine Le Pen, que está tratando de limpiar cada vez más esa imagen de derecha radical (que nunca lo va a dejar de ser) con el logo del partido y su nombre. Y tiene unos números interesantes, creo que en la segunda vuelta siempre termina perdiendo, pero cada vez por menos margen. No sé cuánto tiempo se sostiene eso, tampoco la popularidad de Macron es una cosa para tirar cohetes. De hecho, es lo contrario de Merkel. Ella se va después de 16 años y pensás: “bueno, después de 16 años al menos la mitad la odia” pero no es así. El 80 por ciento la sigue queriendo como la quería en 2005. Tuvo obviamente subas y bajas. El peor número, según la medición de acá de Alemania fue de 50 por ciento durante la crisis del euro. Si lo comparás con Donald Trump, llegó a tener 10.
Por otra parte, Europa tiene desafíos. Esto que te cuento de Orbán y los dos modelos que compiten, el liberal y el iliberal, una Europa más de las naciones y una Unión Europea como la conocemos ahora; es una tensión que se va a sostener. Y el que tome el liderazgo en Europa va a tener que enfrentarse a una Polonia y una Hungría poderosa desde el punto de vista político, aunque en términos económicos seguro que no. Si se mantienen los principios de la Unión Europea de igualdad, consenso absoluto, etcétera es un grave problema ese. Hemos visto con la pandemia que las ayudas se habilitaban. Pero con respecto a la cláusula de estado de derecho, que tiene que ver con que, por ejemplo, la prensa sea libre o que no metan presos a los opositores, Hungría y Polonia dicen “no quiero eso, no quiero que se metan en mi soberanía ni en cómo yo decido y gobierno en mi país”. Es una lógica muy parecida a la de China: “hacemos todos los negocios que quieran, pero a mí no me digas qué tengo que hacer o cómo tengo que gobernar a los chinos”. Y eso es un desafío bastante importante que va a tener cualquiera que sea canciller. No veo otros líderes o pesos pesados en ese sentido. Italia también, pese a que tiene a Mario Draghi. Verás las encuestas, todos los partidos tienen 20 por ciento y de los cuatro partidos que van primero, dos son derecha radical euroescéptica: Salvini y Fratelli d’Italia con Georgia Meloni. En España tenés a Pedro Sánchez, pro europeo, pero tampoco con un peso propio como para decir que podría ponerse al hombro la Unión Europea. Y encima, actualmente con las encuestas, con una posible mayoría de derechas. El Partido Popular y Vox, que no se sí pactarían a nivel federal (lo hicieron a nivel regional) le sacarían el gobierno a la coalición de izquierdas actual. Yo creo que es una situación de alta incertidumbre. Y no me atrevería a hacer muchos más pronósticos más allá de describir de alguna manera este escenario tan complejo.
Siguiendo la línea de la resiliencia de la popularidad de Merkel ¿cómo ves a los partidos miembros de la coalición de gobierno después de tantos años? ¿Tuvieron el mismo nivel de desgaste?
Al contrario: así como Merkel se reforzaba y no se erosionaba su popularidad, a nivel partido sucedió exactamente lo contrario. Los dos partidos mayoritarios que son los dos de gobierno, “la gran coalición” de socialdemócratas y demócrata cristianos que gobernaron 12 de los últimos 16 años, son a los que peor les ha ido en términos electorales, pero también en términos de confianza de la población. Ahí es donde aparece una derecha radical para los sectores más conservadores que se sentían olvidados por la CDU y para los sectores vulnerables tal vez más del este, que se sentían olvidados por toda la clase política, en esa lógica populista que sabía aprovechar muy bien Alternative für Deutschland (AFD), este partido de derecha radical. Ahí vemos donde comienza el resurgimiento verde, que también vemos que tuvo un cambio en el liderazgo del partido, donde se modificaron muchas cosas. Entonces aparece como un partido que apunta a ser un partido de centro con algunas intenciones de ser más mayoritario como pudo suceder en Austria, por ejemplo, pero que todavía en Alemania no ha sucedido. Tenían la intención de hacerlo en esta elección y no funcionó por diferentes circunstancias. Creo que la Unión Demócrata Cristiana y el Partido Socialdemócrata se ven profundamente afectados, mostrando que hay una crisis de partidos mayoritarios, como en el resto de Europa. Merkel sostuvo a la Unión Demócrata Cristiana con ese más 10, pero ahora vemos que las encuestas están como estaban antes de la pandemia, 22 o 23 por ciento. La socialdemocracia tiene 25 por ciento y festejan y están todos felices, euforia total. Porque claro, estuvieron dos años al 16 por ciento. Pero si uno mira lo que la socialdemocracia debería representar por aparato, por presencia, por contactos, por cómo está metida en la sociedad históricamente, tampoco desde el punto de vista funcional tiene sentido que el SPD tenga esos votos. Debería tener alrededor del 30 por ciento. Igual que la Unión Demócrata Cristiana. Son partidos que están dentro de la sociedad en todas las instancias: en el jardín de infantes de tus hijos, en el sindicato, en la iglesia, en todas esas instancias en donde existe vida social están estos dos partidos, cosa que no se puede decir del partido verde ni mucho menos de la derecha radical y ni hablar de los liberales, que están en otros lugares, pero no en esos de la vida social. Y aun así, estos partidos juntos no llegan al 50 por ciento, teniendo en cuenta que en algún momento juntos llegaron a arriba del 90 por ciento. Eso es una crisis fuerte de esos dos partidos que, de alguna manera, refleja la inestabilidad que existe en la mayoría de las democracias del occidente europeo y refleja también la fragmentación que existe en el sistema de partidos. Lo cual impide que se sostenga esta lógica que hacías en tu primera pregunta, típica de Alemania, que se termina de romper, que es que haya dos partidos que formen una coalición y que juntos digan “juntos vamos a gobernar el país en tal o cual dirección”. Ahora seguramente va a haber una coalición de tres partidos, lo cual significa que las negociaciones son más complejas, hay que intentar tener contentos a todos porque si no el electorado de cada uno se enoja y entonces se pierde legitimidad en ese sentido. Es una situación inédita, al menos a nivel federal. También es cierto que tampoco podemos graficarlo como una novedad al cien por cien porque a nivel regional existen muchos tripartitos y funcionan bien, hay satisfacción con la capacidad de gobernar de tres partidos. Es una nueva era en un montón de sentidos, no solo porque se va Merkel.
Tomando tu descripción de la socialdemocracia y como lo fuiste abordando en tu podcast El fin de la era Merkel, se ve cómo el liderazgo de Olaf Scholz y su similitud con el de Merkel, especialmente por su rol institucional como vicecanciller parece estar pagándole bien en términos electorales (al menos en las encuestas) ¿Ves que el SPD puede tomar ese guante y encontrar una herramienta para revitalizar esa capilaridad que supo tener en el territorio alemán o lo ves destinado a ser un partido minoritario entre tantos?
El anteaño pasado, el candidato del partido socialdemócrata en 2017, Martin Schultz, que fue presidente del parlamento europeo, que en algún momento iba a ser el próximo canciller y después se derrumbó radicalmente de un día para el otro sacando el peor resultado de la historia de su partido (20,5 por ciento) dijo en una entrevista en la tele “se terminó la era de los partidos mayoritarios, no hay ningún partido en Alemania que sea capaz de sacar más del 30 por ciento. Va a ser un logro, una excepcionalidad que algún partido saque más del 30 por ciento a nivel federal”. Porque, según su visión, la sociedad respondía ahora a lógicas políticas diferentes a la hora de decidir su voto de las que teníamos hace 20, 30 o 40 años. Creo que hay bastante de cierto en esta reflexión, porque más allá de que le sirva a él para justificar que le fue pésimo en la última elección, también es cierto que se ve en todos los países de Europa una cosa así. Países como Holanda o Bélgica hace muchos años están fragmentados al máximo, Italia ni hablar. Francia por tener un sistema electoral diferente no es así, pero si uno analiza las primarias ve también una fragmentación brutal. Creo que tiene que ver con la conformación de estas sociedades occidentales, también en Argentina. Se ve esa necesidad o reflejo de la comunicación de nicho, de intereses segmentados, de buscar lo que más me interesa en concreto y no necesariamente apoyar una idea en general. Eso hace que este tipo de partido de alguna manera no sea capaz de aglutinar la cantidad de personas que podía hace una cantidad de tiempo, 20 años aproximadamente. El último resultado fuerte de la CDU fue en 2013 cuando casi saca la mayoría absoluta, hace 8 años, pero ahí a la socialdemocracia le había ido bastante mal, había sacado 23 por ciento, había sido también en ese momento el peor resultado de su historia. Ya se empezaba a ver esa erosión.
Por eso en el caso de la socialdemocracia me parece muy difícil que este partido vuelva a tener esos números de Willy Brandt, de sacar cuarenta y pico por ciento, ni tampoco treinta y pico por ciento. Pero sí podría estar la respuesta en entender que somos una sociedad que tiene esa fragmentación, esa estructura de nichos que se agregan, para poder ofrecer respuestas más dinámicas en términos electorales y después políticos cuando se gobierna. Por ejemplo, ser capaces de ofrecer, no un partido político que debe tener una programática para gobernar en todos los aspectos, sino decir “nosotros somos buenos en esto, y si nos combinamos con este u otro partido podemos construir este tipo de oferta, a nosotros nos podés votar por estas cuestiones”. Creo que de ahí, de alguna manera, la socialdemocracia se podría hacer fuerte en términos de políticas sociales, en términos de tener una visión progresista en muchos aspectos, que no ofrece un solo partido de manera tan articulada o con tanta experiencia como tienen ellos. Y si en alguna de esas ofertas logran quitar o debilitar a la competencia como puede ser la CDU (como hicieron ahora en la última elección diciendo “y además nosotros te ofrecemos experiencia, competencia, seriedad y credibilidad, no como el otro candidato”) ahí es donde se empieza a ver la diferencia, esa subida de cuatro cinco puntos por encima uno del otro. Pero creo que, por ahora, no veo chances de que tanto la socialdemocracia como la unión demócratacristiana vuelvan a tener esos números que tenían antes.
¿Cómo ves la caída en los votos de la CDU bajo la candidatura de Armin Laschet? ¿Cómo juegan sus errores así como la interna con el partido bávaro?
Es un candidato que le ha costado mucho, tanto por errores propios como por factores semi externos. Esta interna entre la Unión Social Cristiana de Baviera y la Unión Demócrata Cristiana del resto de Alemania no se ha resuelto de la mejor manera. No es la primera vez que pasa, estos partidos cada vez que se pelean intentan poner a su propio canciller. Pasó en 1980, pasó en 2002 y pasa ahora en 2021. La pelea ha sido constante en los últimos años. A Merkel le ha sido muy difícil gobernar este período antes de la pandemia. Ha tenido muchas dificultades con la CSU más que con su otro compañero de coalición, más que nada por el tema política migratoria y por el crecimiento de AFD, que de alguna manera generaba esas tensiones y esos miedos dentro de su compañero de partido (y también dentro de su propio partido) con las posiciones más conservadoras.
Entonces, Laschet es un candidato que viene de esa resaca. Obviamente se tiene que hacer cargo de la mochila de ser el que va a reemplazar a Merkel, que no es fácil. Es como ponerse la 10 del Barcelona después de Messi. Ha tenido esos problemas de entrada y, por otra parte, ha cometido una serie de errores, que si se hubiesen evitado tal vez estaría mejor, no más que Merkel, pero mejor que ahora. Uno tiene que ver con la situación de la catástrofe de inundaciones que tuvo lugar en parte de su región, donde las casas flotaban como si fueran barquitos bajando hacia río abajo, rompiendo todo. Hay fotos que son terribles, donde antes había un campo, hoy hay un agujero. Gente que lo perdió todo. Él fue ahí como buen gobernante y cometió errores. Me cuesta pensar que nadie haya sido capaz de decirle algo. Alguien que va a un lugar como ese, donde está todo inundado, embarrado y roto no puede ir de traje y con zapatos lustrados. Hay muchas fotos y situaciones en donde él está así. No podés ir así, te estás riendo en la cara de las otras personas. Como una suerte de falta de empatía, de ponerse en el lugar del otro.
A eso le sumamos la foto de él riendo, que ya la vieron todos. El presidente de Alemania (Walter Steinmeier, del partido socialdemócrata) estaba dando un discurso en memoria de los muertos, que fueron más de 100, y él estaba de fondo riéndose. Pudo haber sido un error, le pudo haber pasado a cualquiera, pero le pasó a él, y se tiene que hacer cargo y debería saber que cualquier cosa que pase en campaña lo va a afectar, y no hay piedad. Es como cuando, en todos los países, dicen “mirá, pusieron ese titular en donde me sacaron de contexto”. Bueno, sí, tal vez el periodista se comportó de manera desleal. Pero hay una regla de oro en la comunicación política: nunca digas nada que no quieras que se publique, aunque esté dentro de un contexto. Entonces, si vos decís una barbaridad para simular o dar un ejemplo te lo pueden usar, porque lo dijiste vos. ¿cómo hacés después para recuperar el contexto?
Armin Laschet ha sufrido de esos errores de sí mismo y también ha sufrido el hecho de que el jefe de la CSU (Markus Söder, ministro presidente de Baviera) es un muy mal perdedor o, mejor dicho, es un gran político en el sentido amplio de la palabra: donde él tiene un objetivo, lo lleva a fondo. Al perder la posibilidad de ser candidato a canciller, en lugar de replegarse y acompañar de manera constructiva, lo que hace todo el tiempo es enviar mensajes ambiguos, competir de manera solapada en las sombras, diciendo cosas que condicionan al candidato. Ayer mismo en una entrevista dijo “si salimos segundos no podemos gobernar, tenemos que ir a la oposición”. Primero ¿por qué dice eso? ¿por qué tiene el derecho a decir algo así? Segundo, eso entierra cualquier chance de que se pueda negociar de una manera diferente y que tal vez incluso la Unión pueda salir co-gobernando en el próximo gobierno pese a salir segunda, porque si saca un muy buen resultado y pierde por dos o tres puntos con la SPD podría negociar con los otros dos partidos y saltar a la socialdemocracia como ha pasado en la historia, en la que el partido que sale primero en la elección después no pone al canciller. Eso podría suceder, Markus Söder está cerrando esas chances o complicándolas o avisando que con él todo sería mucho más difícil. Entonces, esa constante erosión, indirecta, gota por gota, también lo ha afectado a Laschet.
El tercer punto, que es muy importante para tener en cuenta es coyuntural pero importante, y es que cuando se da todo el conflicto de Afganistán hace un par de semanas Armin Laschet, en su intención de mostrarse como líder en las sombras o como canciller casi de facto, sale a hacerse cargo de todo ese lío. Y entonces, claro, la atribución de responsabilidades negativas le cae a él pese a que no es parte del gobierno, pese a ser jefe de la CDU apenas desde enero, con lo cual tampoco le corresponde la responsabilidad de todo lo que decidió la CDU antes de eso, y sin necesidad de hacerlo porque, en tanto y en cuanto él siempre respecto a un tema tan sofisticado y susceptible puede ser negativo. El mejor ejemplo es el comportamiento de Olaf Scholz, que siendo ministro de finanzas y habiendo estado en el gobierno que mandó a las tropas de Afganistán (en el gobierno de Gerhard Schroeder) él se encargó de ser el más merkeliano de los tres diciendo “hay que hacer todo lo posible para que esta situación salga de la mejor manera posible”. Y no está diciendo nada de Perogrullo, no hay nada relevante, pero era lo que, tal vez, debería haber dicho desde un principio. Creo que ahí Armin Laschet tiene varios factores que, combinados, lo ponen como un mal candidato. Y me da un poco de pena porque en realidad no es tan mal candidato. Es un poco injusto, pero se tiene que hacer cargo de estar en el blanco de las críticas.
Tomando la preocupación de los alemanes por los desbordes del Rín, así como por el cambio climático en general y sus efectos negativos, podemos ver un crecimiento del Partido Verde. Incluso vimos a principio de año se podía soñar con un gobierno encabezado por Annalena Baerbock, sin embargo, hubo varias fluctuaciones e incluso puede ser que termine en tercer lugar ¿A qué atribuís este sube y baja de los verdes?
Es un partido que por primera vez intenta poner una canciller. Nunca antes había tenido una candidata a canciller. Es la primera vez que lo hace un partido que no sea socialdemócrata o de la Unión, lo cual también es un cambio de época. Los verdes leyeron este Zeitgeist (clima de época) diciendo “hay que hacer un cambio”, “después de tantos años de Merkel no puede seguir gobernando la CDU”, “los socialdemócratas son un desastre”. Los verdes decían “nosotros podemos representar este clima de cambio de época”. Y de alguna manera lo logran. Tienen un nuevo liderazgo joven, moderno, con otra lógica, no tanto de criticar al que no hace las cosas como ellos la harían (ser vegetariano/vegano, viajar en tren en lugar de auto). Esto era articulado de una forma inquisidora, y eso generaba un cierto rechazo, salvo para los convencidos. El mejor resultado de su historia fue del 10 por ciento en 2009, después siempre estuvo debajo del 10 por ciento. En la última elección salieron últimos, 8,9 por ciento.
Este nuevo liderazgo que asume en 2018, justo después de ese desastre electoral, cambia todo eso y piensa en hacer un partido inclusivo, en pensar esto de una nueva manera, en decirle a la gente que este es un desafió que podemos resolver juntos, no diciendo lo que tenés que hacer para que no seas una mala persona. En ese sentido lo logran, les va muy bien en las europeas, les va muy bien en varias regionales, incluso en Baviera en donde la hegemonía de la CSU es indiscutible. Ahí es donde dicen poder dar el salto. Viene la pandemia y todo eso se diluye, desaparece ese clima de cambio. Pero a principios de este año cuando aparecen las críticas a las políticas de Merkel, el hartazgo por la cuarentena es donde vuelve a estructurarse el escenario casi idéntico al anterior a la pandemia. Les propongo un ejercicio, agarren las encuestas de enero de 2020 y las encuestas de febrero de 2021 y verán que casi vuelven a ser los mismos números. Es como si la pandemia hubiese sido un gran paréntesis aislado de todo. Ahí es donde los verdes toman esta decisión de poner una candidata a canciller, optan por Annalena Baerbock. Siempre están los que dicen que hubiera sido mejor el otro, lo cual es incomprobable, contrafáctico y no hace falta analizarlo. Si es cierto que al principio tienen una subida, y ahí es donde empezamos a ver los problemas.
Te voy a decir tres cosas que tienen que ver con eso. Primero, lo que dice siempre mi amigo Raúl Gil con el que hacemos El fin de la era Merkel: este es un partido del que todos sabemos que se ocupa del clima. Entonces, si quiere ser un partido que lo vote más gente de la que siempre la ha votado debería hablar también (e incluso un poco más) de otros temas. Por ejemplo, de los temas que le interesan respecto a familia, a la igualdad económica, social, de género, etcétera. Todas las ideas más progresistas que puedan llegar a tener el partido. Debería hablar de lo que piensa de Europa y de cómo la quiere llevar adelante y por qué les mejora la vida a los alemanes. Cosa que no hicieron mucho, se ocuparon de hablar mucho del clima, que parecería lo lógico. Pero como te decía antes, a veces en comunicación y más en una campaña no necesariamente hay que hacer lo lógico, hay que hacer lo que estratégicamente funcione. A Olaf Scholz no decir nada le funciona mejor, pese a que lo lógico sería que si va a ser el próximo canciller nos cuente qué va a hacer. Bueno, no funciona necesariamente así.
Además de eso, en el caso de Annalena Baerbock hay dos factores más que son muy importantes para entender por qué los verdes no suben pese a que su tema es importante. Primero, una campaña sucia de las más fuertes que hubo. Una campaña sucia contra ella a nivel personal, que funcionaba a través de ciertas corporaciones o cámaras empresarias que estaban en contra de que los verdes asuman, por intereses económicos/comerciales, donde había solicitudes o carteles de publicidad contra ella. Ella aparecía disfrazada con el cuerpo de Moisés diciendo “traigo las 10 prohibiciones”. Una campaña fuerte, armada por las cámaras empresarias que la financiaban, y de la industria más que nada. Esos son elementos muy potentes. A eso hay que sumarle los ataques personales a lo que ella hacía o dejaba de hacer, y todo lo que se movía dentro de las redes sociales y sobre todo de la comunicación de mensajería instantánea, en donde llegaban mensajes que eran lisa y llanamente mentira (por ejemplo “si gana Annalena Baerbock van a prohibir los animales domésticos”). Entonces la gente que tenía ganas de tener algo de miedo o la gente a la que le generaba dudas van siendo influenciadas.
Y a eso hay que sumarle todos los errores de la propia candidata: haber hecho un currículum más o menos, cosa que deben hacer todos los políticos. Pasa que, si vas a ser candidato a canciller debés fijarte un par de cosas antes. Si tu currículum está medio retocado, cosa que hacen todos, revisalo antes. Si tu declaración de impuestos o la declaración de ingresos ante el Bundestag (que fue lo que generó el problema) no está hecha completamente perfecta, debes arreglarla antes. Para eso tenés un equipo. Y ahí está el tercer factor, que también lo dice mucho Raúl Gil, y es que sigue siendo un partido minoritario, pese a su crecimiento y a sus aspiraciones. No tiene aparato, no tiene estructura y no tiene todavía la experiencia y la gimnasia de pensar en esto que te estoy diciendo. Porque acá vos debés tener personas pensando en eso, no puede ser el candidato el que piense en todo. De hecho, cuando yo lo digo parece que sé mucho, pero no sé si estaría en condiciones de sentarme ahí a pensar todo esto con todas las presiones al mismo tiempo de tener que hacer entrevistas, presentaciones, carteles, todo lo que hay que hacer. Eso habla de un partido más o menos profesionalizado, habla del tamaño del partido, del amateurismo o buen voluntarismo que pueda llegar a haber, que no suplanta a una estructura aceitada a la hora de querer sacar el 30 por ciento de los votos y ser la próxima canciller de Alemania. Esas son las tres cosas que se combinan a la hora de explicar que ahora esté en 15 o 16, que alguna vez estuvo en 26 este año y que seguramente sacará esos números de 16/17 por ciento. Tiene sus cosas buenas en la campaña, pero esos son los factores.
La gran novedad en 2017 fue el ingreso de AFD al Bundestag. Pero por otro lado vemos una estabilización en su electorado, así como su regionalización en los Länder pertenecientes a las ex RDA ¿es esto una expresión de las dos sociedades que encuentran dificultades para reunificarse?
Se podría decir que la reunificación alemana entra dentro de la bolsa de deudas de Angela Merkel. No quiero exagerar con eso. Si es cierto que se ha mejorado mucho, la situación de desigualdad entre este y oeste se ha reducido en algunos aspectos. Y en otros se ha mantenido igual o ha empeorado. Por el mismo trabajo, con el mismo currículum, a la misma altura ganás aproximadamente un 20 por ciento menos en el este que en el oeste. Eso es injusticia por donde se lo mire. Las empresas más importantes de Alemania están en el oeste del país, el fenómeno de despoblación lo sufre mayormente las zonas rurales del este del país, y así podría seguir con una serie de injusticias. En los lugares de élite y liderazgo de cualquier área (administración pública, la justicia, la política, el mundo empresario) vas a tener una proporción mucho mayor de personas del oeste que del este, y por mucho mayor me refiero a que apenas llega al 10 por ciento de personas del este. Entonces claro, eso genera una cierta separación más simbólica, pero que existe, y que después de 30 años de su reunificación (o mejor dicho, que un país anexionó al otro) pareciera ser un poco injusto, teniendo en cuenta que es un país con muchos recursos capaz de poder establecer los marcos para que haya al menos igualdad de oportunidades, porque eso es tal vez la base de esas diferencias.
Hasta ahora se le ha intentado dar siempre esa respuesta más económica: “hay que hacerle calles, estaciones de tren y alguna que otra fábrica y después bueno, va a ir mejor. Y sacar todo lo que no es eficiente porque el mercado soluciona todo”. No funciona así. El problema, además de económico que existía, también es cultural. Es un problema de reconocimiento, de que un país desapareció y de que toda la gente que se socializó en ese país con valores (equivocados o no) en términos de cuál es tu folklore, cuáles son las cosas que te gustaban, la vida que te rodeaba. Más allá que el sistema te oprimía o te vigilaba o no te permitía votar o viajar o todo lo que podemos decir negativo de la RDA, seguía siendo una cultura que fue absolutamente negada, olvidada y hasta en algún punto prohibida. No quedó nada de esa cultura, salvo algún que otro dibujito animado. Y para mucha gente eso es una injusticia fuerte. También el poco reconocimiento de ese pasado, el orgullo no existe. No tiene derecho a existir el orgullo de las cosas que pasaron en el este que son ignoradas y que, de alguna manera, generan esa sensación de poco reconocimiento y que, en ciertos sectores, no en todos, aparece la frustración. La frustración lleva a un enojo, a una indignación. Y si hay alguien que es experto en capitalizar el descontento es la ultraderecha. Y este partido AFD ha entendido que pueden, de alguna manera, encarnar ese discurso de la dignidad para los del este, completemos la reunificación que no ha sido completada con nuestros valores, si bien no está escrito en ningún lado cuáles son esos valores. Yo creo que hay mucha gente que no comparte los de AFD, en términos de intolerancia, xenofobia, discriminación, racismo.
Entonces claro, en el voto a AFD se revela ese Clash (choque) que hay y que no ha sido terminado. Muestra la fuerza que tiene AFD todavía, que pese a todos los problemas que tiene: sus internas, estar siendo investigado por la justicia, que los candidatos que pusieron este año son un desastre. No por el contenido, que uno podría criticar, sino porque hacen todo mal. Para dar un ejemplo, el otro día Tino Chrupalla, que es una de las cabezas de lista, recibió una pregunta en una especie de entrevista mano a mano con un periodista teenager: “¿Qué opina de la escuela, de la política educativa?”. Él decía “hay que fomentar la identidad nacional, que se aprendan los poemas y textos de los grandes autores del pasado alemán: Goethe, Schiller, todos los que nos hicieron grandes y conocidos en el mundo”. El periodista entonces le dice, “¿cuál es su poema favorito?” Y él empieza a dudar y responde “no me acuerdo ninguno”. Quedó mal parado. Raúl decía “si fuera un poco inteligente y buen candidato, le hubiese dicho que no se acuerda de ninguno, lo cual demuestra que el sistema está mal y hay que mejorarlo”. Ni eso.
A pesar de todo esto que te estoy diciendo, que lo vigila la oficina federal de protección de la constitución, tienen 10 por ciento y en el este 1 de cada 5 los va a votar. Ahí te das cuenta de que se consolida esta propuesta, esta oferta de derecha radical, que de alguna manera como dicen algunos autores “se normaliza Alemania”. Porque era un país que no tenía derecha radical, lo cual era raro porque los países similares a Alemania ya tenían. También aparece como una opción relevante, especialmente a nivel regional, para complicar la estabilidad y la formación de gobierno. Pero eso vemos en el este, que hay un montón de discusiones que provocan ciertos elementos de polarización, que es otra de las cuestiones que caracterizan a la era Merkel.
¿Por qué ves que la política alemana interesa tanto a los hispanohablantes? ¿Está relacionado solo a la importancia de Alemania o también tiene que ver con cuestiones de la dinámica de su política?
Yo empecé con esto en 2013, me había mudado acá en el 2010 y con las elecciones que venían en ese momento empecé con este blog a contar qué pasa con esta política alemana en español. No había mucho interés la verdad. Eso fue creciendo (o a mí me da la impresión de que fue creciendo) a lo largo de los años también con el lugar de Merkel, con el crecimiento de las redes sociales y la distribución más horizontal de la información, con superar ciertas barreras idiomáticas que hoy te permite la tecnología. Hoy agarrás una página y traducís cosas de China, de Corea. De alguna manera se empiezan a romper ciertas barreras que había en algún momento. Y eso genera que Alemania pase a ser algo interesante. Puede ser que tenga que ver con esa fascinación que, al menos en el caso argentino, tenemos por Europa, que siempre estamos mirando qué pasa ahí. Y al ocupar un lugar de mayor importancia que tiene Alemania en la Unión Europea el foco se mueve un poco y en lugar de estar en Italia, España o Francia que era lo típico, se va hacia Alemania y llama más la atención. Llama más la atención por la figura de Merkel, por el propio liderazgo alemán de la Unión Europea, etcétera. Me parece que eso, de alguna manera, explica por qué a más gente le interesa. También porque hacemos un podcast que está espectacular y que todo el mundo quiere escucharlo.
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