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26 de marzo: Una breve mirada a la historia del Mercosur

Por: Elizabeth Britos






El Mercado Común del Sur (en adelante MERCOSUR) fue creado un día como hoy en el año 1991 a través de la entrada en vigor del Tratado de Asunción, en el cual los Estados Parte decidieron y se comprometieron a constituir un Mercado Común para el 31 de diciembre de 1994. Inicialmente los países firmantes de dicho tratado fueron Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, integrándose luego Venezuela, hoy suspendido, y Bolivia, quien se encuentra en las últimas etapas del proceso de incorporación, luego de que todos los Estados Parte hayan firmado el Protocolo de Adhesión en el 2015[1].

La creación del Mercosur ocurre en un siglo en el cual las integraciones regionales cobraron una gran importancia a lo largo del continente americano. En este aspecto, los distintos tipos de integraciones acontecidas durante el siglo pasado respondían, en general, a la corriente predominante del momento de su creación. Es decir que, a pesar de que cada una fue creada con rasgos que le eran propios, su funcionamiento, a la vez que su estructura, respondía a un tipo de integración general: así como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) o el Pacto Andino se constituyeron en el marco del estructuralismo cepalino, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) surgieron en el marco de los regionalismos neoliberales (Peixoto Batista & Perrotta, 2018). Sin embargo, el caso Mercosur difiere del resto ya que el surgimiento del mismo se encuentra suscripto a una época de pleno auge del regionalismo abierto, pero que aun así desarrolló mecanismos que respondían a estructuras de integraciones previas como, por ejemplo, mecanismos de protección de la producción industrial local o agendas sociales, pudiéndose considerar que se trata de un caso de regionalismo hibrido[2]. Igualmente, es importante recalcar que los cambios de paradigmas en los procesos de integración a lo largo de los años impactan al interior de cada estructura regional, adaptándose a las nuevas corrientes y generado modificaciones en la gran mayoría.

Particularmente en el Mercosur, el proceso de integración llevado adelante por la entonces Comisión Económica Europea (CEE) fue el modelo del cual se inspiraron los países del cono sur a la hora de plantear qué tipo de integración regional buscaban lograr (Caetano, 2019). Sin embargo, el proceso de creación del mismo ha sido caracterizado por su complejidad. Los avances no estuvieron exentos de grandes desafíos, en muchos casos generados por los ciclos políticos de cada país que afectaban su posición respecto a la utilidad o la forma que debía tomar el Mercosur, la diversidad de intereses económicos, las asimetrías estructurales de los socios, etc. Debido a ello, el objetivo inicial de conformar un Mercado Común estuvo lejos de lograrse y en la práctica funcionó, y aún lo hace, como Unión Aduanera imperfecta y con grandes dificultades (Malamud, 2013).

No obstante, “calificar al proyecto como un fracaso sería exagerar la importancia del papel firmado” (Malamud, 2013). La conformación del Mercosur ha logrado incrementar el comercio intrazona[3], aumentar la diversificación de las exportaciones entre los socios en comparación con las exportaciones al resto del mundo, iniciar negociaciones con terceros países y firmar diversos acuerdos comerciales, constituir el principal destino de las ventas de productos manufacturados y de las PyMEs[4] y, no menos importante, contribuyó a la paz interestatal y la democracia nacional[5].

En definitiva, considerando las asimetrías aun no resueltas entre los socios, las incertidumbres provenientes de un escenario internacional cambiante, la creciente importancia del rol de China en la región, las rigideces de la estructura para adaptarse a dichos cambios y las imperfecciones que aún quedan por resolver al interior de la Unión Aduanera del Mercosur, sumado a las dificultades en la coordinación política y al carácter intergubernamental de las decisiones regionales, afectadas por los ciclos políticos de los socios, no se puede negar que se deben superar grandes retos si lo que se busca es profundizar la integración y fortalecerla. Sin embargo, la ruptura del Mercosur no es la solución, como algunos podrían pensar. Por el contrario, es necesario replantearse el rol del Mercosur y los Estados Parte, su estructura y funcionalidad, con el fin de acercar cada vez más la integración regional a una que responda a las nuevas necesidades de los socios, mantenga y acreciente los beneficios regionales, sea más eficiente y funcional a cada país firmante, entre otras cosas. Probablemente haya mucho por modificar, pero también hay muchas cosas que merecen la pena conservar.




Bibliografía


  • Caetano, G. (2019). Los nuevos rumbos del Mercosur. El cambio de modelo y las consecuencias de la crisis brasileña. Foro Internacional, 47-88.

  • Malamud, A. (2013). El Mercosur: misión cumplida. Revista SAAP, 275-282.

  • Peixoto Batista, J., & Perrotta, D. (2018). El Mercosur en el nuevo escenario político regional: más allá de la coyuntura. Desafíos, 30(1), 91-134. Doi: http://dx.doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.co/desafios/a.5767

  • Rozember, R. y Gayá, R. (2019): “Mercosur en tiempos de cambio: implicaciones para la negociación con la Unión Europea”, Documento de Trabajo, nº 9 (2ª época), Madrid, Fundación Carolina. [1] Fuente oficial: https://www.mercosur.int/ [2] (Peixoto Batista & Perrotta, 2018) [3] Un crecimiento con grandes variaciones a lo largo de los años debido a las diversas crisis económicas de los países integrantes. [4] (Rozemberg & Gayá, 2019) [5] (Malamud, 2013)

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