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Piezas de ajedrez, ¿o vidas humanas?

Por Santiago Delgado García, colaboradores en el Observatorio de Asuntos Humanitarios del Centro de Política Internacional de la Universidad de Buenos Aires.

fuente: Jon Nazca/ Reuters

El 17 de mayo de 2021, una serie de migrantes empezaron a cruzar la frontera entre Marruecos y España en la zona de la playa del Tarajal, procedentes de Castillejos, Tánger y otras zonas del Norte de África. En una aparente dejadez de funciones por parte de los guardias militares encargados de proteger el lado marroquí de la frontera, hasta 8.000 inmigrantes llegaron a cruzar la frontera hacia el lado español.

Esta situación obligó al Gobierno de España a desplegar al Ejército en la zona de la playa del Tarajal que los migrantes estaban cruzando, para asegurar la zona y evitar este flujo migratorio incontrolado hacia el territorio español de Ceuta.

En lo que fue la mayor crisis migratoria de España desde la aparición de la democracia se entrecruza: un conflicto diplomático, un drama humanitario constante y la constatación de que el destino que vidas humanas atraviesan puede estar en ocasiones en manos de mandatarios que buscan desestabilizar políticamente zonas usando al miedo y a la desesperación como ariete.

Las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla suponen un punto geoestratégico clave, pues son territorio de la Unión Europea en continente africano, por lo que son de gran relevancia para proteger el Estrecho de Gibraltar, uno de los mayores puntos calientes de inmigración (y también de narcotráfico y crimen organizado) del mundo.

En un sentido más amplio, los tres países mediterráneos del sur de la UE, España, Italia y Grecia han tomado parte desde siempre del papel más importante y complicado respecto de las políticas de inmigración de la UE.

Su proximidad geográfica con África implica que sean los puntos principales de llegada a la Unión Europea, con la inestabilidad que ello conlleva, mientras que muchos migrantes tienen como destino final a los países del Norte y Centro de Europa, que son más sólidos y estables económicamente.

Desde el inicio de las olas migratorias más recientes desde 2015, como consecuencia de aquella provocada por la Guerra de Siria, este dilema se ha agudizado en los tres países, con un mayor flujo de llegada de inmigrantes. Muchos de ellos no pueden llegar a ser atendidos, por lo que el Mediterráneo progresivamente se está convirtiendo en un cementerio de vidas humanas, arriesgándolo todo por una infinita promesa de bienestar, consecuencia patente y visible de la desigualdad que la globalización trae consigo.

En los últimos 10 años, hasta 35.595 personas han perdido la vida en este mar intentando completar la odisea de jugarse la vida llegando hasta Europa, tal y como relata la artista turca Banu Cennetoglu en su obra “The list”.

Una efectiva de Cruz Roja atendiendo a un inmigrante africano, foto que se hizo viral y provocó gran polémica y un crispado debate racial en España. fuente: Jon Nazca/ Reuters

Enfocando de nuevo al caso que nos ocupa, se trata de un conflicto diplomático que se desató entre el Gobierno de España y el Gobierno de Marruecos, en relación con la posición política del primero respecto del reconocimiento de la autodeterminación como Estado independiente del Sáhara Occidental, que Marruecos reconoce como territorio propio.

La posición española en este sentido se limita a la intervención de la ONU como organismo mediador, que permita encontrar una solución al conflicto, pactada entre las fuerzas saharauis y el reino alauita (Marruecos), posición que la mayoría de los países plantean a nivel internacional.

Esta situación con el Sáhara Occidental se agravó el 10 de diciembre de 2020, cuando el presidente estadounidense Donald J. Trump reconoció la soberanía marroquí sobre todo este territorio, con las implicaciones que a nivel internacional conlleva. Se trató del primer Estado que reconocía al Sáhara como territorio marroquí, y eso llevó a Marruecos a presionar a España para que tomara la misma postura.

España no cedió, y se mantuvo firme en su postura con la ONU como mediadora y buscando la autodeterminación, lo cual llevó a un descontento del Reino de Marruecos con el Gobierno español, que no tardó en materializarse.

Primero se pospuso hasta nuevo aviso la Cumbre de Alto Nivel (CAN) que ministros y representantes de ambas potencias mediterráneas iban a celebrar conjuntamente, y seguidamente Marruecos tomó represalia por el acogimiento por parte del Gobierno de España de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario (fuerza militar del Sáhara occidental y contestataria contra el dominio marroquí). Esto agudizó el conflicto entre las dos potencias de España y Marruecos, con la consecuencia visible de la ola migratoria que nos ocupa.

Brahim Ghali fue acogido en un hospital de Logroño, en lo que España denominó como un gesto en pos de razones humanitarias, ya que se encontraba en un débil estado de salud. Este fue el detonante que provocó el conflicto político y diplomático entre España y Marruecos.

En Marruecos no sentó en absoluto bien este gesto, que se consideró una traición por parte de España, dando refugió al enemigo principal del reino alauita, por lo que anunció que se tomarían represalias. Cuando Marruecos hace un anuncio de este tipo, está hablando de modificar su gestión de las fronteras para provocar una crisis migratoria con España, en este caso en la ciudad de Ceuta.

De esta forma, lo que se usa como herramienta de presión, como arma arrojadiza entre dos potencias para resolver un conflicto diplomático, son los destinos de las vidas de miles de personas, lanzadas hacia un futuro incierto al otro lado de la valla, y sentando toda la responsabilidad en el lado español de las fronteras, que respondió al reto con sus propias herramientas.

Debemos mencionar aquí el papel de las “devoluciones en caliente”, una práctica consistente en devolver a los migrantes que acceden de forma irregular a un Estado sin pasar por los procedimientos legales necesarios para acreditar su situación, dentro del Derecho de extranjería español.

España ha realizado de manera sucesiva esta práctica para gestionar la difícil situación migratoria con la valla que separa África de Europa, Marruecos de España, en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, no sin mediar polémica.

fuente: Reuters

En el año 2017, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenaba a España por las devoluciones en calientes, considerando que era una medida de control de flujos migratorios contraria a los valores europeos, y a los derechos de asilo y refugio recogidos en los textos normativos europeos.

No obstante, en 2020 el Alto Tribunal volvió a cambiar de criterio, y avaló estas devoluciones en caliente, si las intenciones de la persona que intenta cruzar manifiestamente son contrarias a los procedimientos legalmente establecidos para el cruce de la frontera.

De esta forma, esta complicada crisis migratoria fue solventada aplicando esta práctica, calculando que de los 8000 inmigrantes que entraron durante este proceso, unos 5800 fueron devueltos en caliente a la zona marroquí de la frontera.

Podemos hacer una relación directa entre la crisis migratoria y el drama humanitario que los altos niveles de pobreza, la falta de infraestructuras básicas de servicios sociales y el dominio económico de Occidente, provocan a África continuamente.

No hace falta un análisis exhaustivo, ni profundo, para recordar que África es el continente más pobre del mundo, que vive sumido en conflictos armados constantes y un subdesarrollo que muchas veces impide que se pueda vivir una vida digna, ni siquiera en las condiciones más básicas de higiene, alimentación o servicios sanitarios que puedan tratar enfermedades básicas.

A pesar de aumentar el PIB de los países africanos en los últimos años, también lo ha hecho la desigualdad, así que cada vez es más difícil que una familia africana ponga un plato de comida en la mesa, como la economista keniata Crystal Simeoni comenta.

Para el economista y alto representante de la Unión Africana, Carlos Lopes, los pronósticos económicos que auguran una crisis económica sin precedentes en los próximos años en África, con caídas entre el -2,5% y -5,1% del PIB son correctos.

El problema principal, según estos economistas africanos, son los altos intereses a los que las naciones africanas tienen que hacer frente para poder devolver los préstamos millonarios del FMI y del BC, al no tener un mecanismo como tiene la Unión Europea con el BCE, que puede hacer frente a momentos de crisis, y bajar al 0% los tipos de interés.

Esto provoca que las economías subdesarrolladas de África, especialmente la del África subsahariana entren en un ciclo de pago de la deuda continuo, donde no se puede invertir en infraestructuras para el desarrollo, ya que las ganancias económicas deben destinarse a la devolución de las deudas con estas grandes entidades, que dominan el tránsito financiero mundial y la organización global de la economía (FMI y Banco Central).

Alrededor de las fechas en que se dio este conflicto, el Banco Mundial y FMI anunciaban una crisis sin precedentes en el continente africano, como consecuencia de la pandemia de coronavirus, pero también debido a la situación geopolítica, económica y humanitaria que el continente atraviesa desde épocas coloniales, con una contracción del PIB de gran calado, esto sumado a una plaga de langostas de gran envergadura que desde hace dos años se sufre en el noreste africano, propagándose hacia Oriente Medio.

En el norte de África también se ha vivido en los últimos meses una importante crisis económica, lo cual ha incentivado esta oleada migratoria. Castillejos es una zona muy dependiente del contrabando con Ceuta, por lo que las medidas restrictivas en cuanto a tránsito fronterizo, consecuencia de la pandemia de Covid-19, empobrecieron la zona y dificultan a muchos de sus habitantes el poder llevar a cabo su medio para ganarse la vida.

Por otro lado, el cierre de la frontera terrestre con Ceuta debido a la pandemia de covid-19 provocó que trabajadores que cada mañana pasaban al lado español de la frontera quedaran en desempleo.

Se calcula que en conjunto, unos 9.000 habitantes del norte de Marruecos perdieron sus empleos debido a estas razones, lo cual incentivó la búsqueda de una solución más allá de las murallas que las fronteras representan.

Dentro de los habitantes que saltaron la valla en este conflicto, se encontraban madres embarazadas, madres con niños, adultos, pero también muchos menores no acompañados, desarraigados de su familia y en la búsqueda de alguna posibilidad de escapar del hoyo de pobreza, desigualdad y hambre que la vida en África representa para muchas personas, para demasiadas personas.

Este conflicto migratorio lo podemos representar desde diversos enfoques, pues como todo problema geopolítico tiene muchas vertientes. Pero si perdemos el enfoque relacionado con las vidas humanas que se juegan su destino y su integridad física al cruzar la frontera, como si apenas fueran piezas de ajedrez, estamos perdiendo el mayor valor que las democracias modernas deberían tener: el respeto y empatía hacia quien lucha por una vida mejor, y el respeto a sus derechos fundamentales.

Bibliografía

Valoramos la pluralidad de opiniones. Los artículos publicados por el Centro de Política Internacional no necesariamente representan las opiniones de todxs lxs miembrxs.

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