Más allá de la pasión: cuando la pelota rueda en el territorio de la delincuencia organizada
- UBA Centro de Estudios de Política Internacional
- 10 nov
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Por Lautaro Salmon, Miembro del Observatorio de Política Internacional

El fútbol se ha convertido en el deporte más popular del mundo, de hecho se lo denomina comúnmente como el “deporte rey”, cuya pasión trasciende tanto fronteras terrestres como barreras sociales y culturales y se expresa en distintos ámbitos: domicilios particulares, bares, espacios públicos, reuniones, establecimientos educativos, lugares de trabajo, diversos estadios, entre otros. Además, se ha insertado en el corazón de cada hincha que brinda su apoyo en eventos claves, como por ejemplo la participación en mundiales, competiciones interclubes internacionales, y/o ligas nacionales organizadas en cada uno de los respectivos países, donde se disputa reputación y se persigue la conquista del trofeo como símbolo de supremacía. Ya sea asistiendo directamente a los partidos para alentar a su equipo, con todo el repertorio acústico que lo caracteriza, o viéndolo a través de dispositivos electrónicos, los hinchas contribuyen, de alguna manera, a nutrir la pasión tan típica por este deporte.
Por otro lado, los clubes cuentan con distintas vías de financiamiento a través de las cuales reciben sustanciales flujos de dinero que les permiten solventar no sólo su funcionamiento cotidiano sino también su infraestructura y sentido competitivo. Particularmente, podemos mencionar la publicidad empresarial en estadios y camisetas (acuerdos con sponsors), asociaciones con casas de apuestas legales, participación en torneos amistosos y oficiales, venta y distribución de los derechos de televisación, transferencias de jugadores sumado a los derechos de formación y “mecanismo de solidaridad”, venta de entradas para asistir a los partidos, concesiones para la organización de eventos (recitales), comercialización de productos oficiales (camisetas, bufandas, etc.), inyección de capital por parte de accionistas (modelo de gestión basada en las Sociedades Anónimas Deportivas -SAD-) o el pago de cuotas por los propios socios (modelo de gestión bajo el formato de Asociaciones Civiles sin fines de lucro) e ingresos vinculados al mundo del gaming y los esports. El ejemplo de las transferencias permite dar cuenta sobre el volumen de dinero y la permanente búsqueda o ampliación hacia nuevos mercados por parte de este deporte. En efecto, según datos proporcionados por el reporte sobre “análisis económico global del mercado de fichajes (2015-2024)” elaborado por el Observatorio de Fútbol perteneciente al Centro Internacional de Estudios del Deporte (CIES)1 , en 2024 se invirtieron 10.960 millones de euros en transferencias realizadas por clubes de todo el mundo, constituyendo la segunda cifra más alta, si bien representó una caída con respecto al año anterior (12.240 millones de euros). Sumado a esto, desde 2023, se destaca el ascenso de la liga de Arabia Saudita en términos de gastos en mercado de fichajes.
Ahora bien, detrás de estas diferentes aristas que envuelven al mundo futbolístico existe un entramado que impregna de opacidad la genuina pasión por este deporte. Y el principal responsable de que esto suceda es ni más ni menos que un factor clave: el crimen organizado. En este sentido, para el crimen organizado, en tanto empresa criminal que funciona bajo la lógica de búsqueda de lucro, el fútbol no ha pasado desapercibido, sino que aparece como otra actividad más, del amplio abanico disponible, para consolidar su estrategia de diversificación. Para ello, las organizaciones criminales cuentan con una serie de métodos, capital humano, planificación y el aprovechamiento de contextos propicios para el despliegue de ciertas prácticas ilícitas. De este modo, según el informe global sobre corrupción en el deporte en su apartado “Crimen Organizado y Deporte” elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés)2, estamos en presencia de una impronta polifacética del crimen organizado en torno a su influencia en diversas actividades: manipulación de competiciones, apuestas ilegales, lavado de dinero a través de patrocinios falsos o “empresas fantasma” y la construcción de infraestructura (nuevas instalaciones o renovación de las existentes), la “triangulación” en los mercados de pases y la sobrefacturación en los valores de los jugadores que se traducen en balances sospechosos, la infiltración en clubes de fútbol mediante “salvatajes” ante situaciones de debilidad e insolvencia financiera, entre otras. Asimismo, requieren de la complicidad de actores internos de relevancia, tales como dirigentes, entrenadores, árbitros, intermediarios (entre otros), y de una aliada predilecta como conexión estructural y sistémica: la corrupción.
Por último, otro aspecto, no menos importante, del fenómeno analizado en el presente artículo se refiere a la vinculación entre la criminalidad organizada, la trata de personas y el fútbol. Así, es posible distinguir dos formas de tráfico de personas en el marco de la industria del fútbol: “la trata a través del fútbol”, es decir, individuos que aparentan ser ojeadores o agentes de jugadores y obtienen dinero de manera fraudulenta, aprovechándose de las expectativas de progreso de las personas y sus familias (quienes se encuentran en contextos de vulnerabilidad y precariedad socioeconómica) y apelando al engaño y a la falsa promesa de éxito en el extranjero; y “el tráfico en el fútbol”, que consiste en la realización de pruebas de aptitudes y la firma de contratos profesionales pero bajo condiciones de explotación, altamente abusivas y totalmente desfavorables, donde los agentes extraen hasta el 50% del salario de sus “representados” (incluyendo inmigrantes jóvenes) durante la vigencia del vínculo contractual. Además, existen casos de tráfico de menores de África Occidental y América Latina con destino hacia academias o clubes europeos y asiáticos.
A modo de conclusión, de lo expuesto anteriormente se desprenden cuatro rasgos característicos sobre el tema abordado: adaptabilidad estratégica, mutación operativa, alta capacidad de infiltración corruptiva y diversificación criminal en relación al modelo de negocios, todo lo cual coadyuva a distorsionar la naturaleza de distintos ámbitos y actividades y a convertir en difusa la delgada línea entre legalidad e ilegalidad, bajo un carácter marcadamente transnacional. En efecto, la industria del fútbol no es la excepción, sino que, más allá de la pasión, existen ciertos patrones de comportamiento que permiten inferir que la pelota rueda en el territorio de la delincuencia organizada.
FUENTES DE CONSULTA:





Excelente análisis