Emilia Kaczmarczyk y Pablo Longa - Observatorio de Economía Política Internacional
Una de las más comentadas novedades económicas de los últimos años es la aparición y difusión de las criptomonedas en general, y de su representante más famoso, el Bitcoin, en particular.
No es de extrañar que surjan nuevas e innovadoras formas de intercambio en una actualidad caracterizada por rápidas transformaciones tecnológicas. Estamos ante el auge de nuevas tecnologías como la IA, el blockchain, el uso de drones, el avance del 5G, entre otras, destinadas a mejorar los productos y servicios en múltiples sectores. Sin duda, generan un impacto del que, por ahora, solo podemos ver la punta del iceberg, ya que estamos ubicados en el inicio del desarrollo de herramientas que requieren perfiles técnicos, los cuales son todavía escasos.
¿Pero cómo llegamos a la creación de las criptomonedas? Nos parece interesante hacer un breve recorrido por la historia del dinero, para dar cuenta de que no queda exenta de los cambios que se producen en el tiempo.
Sobre el dinero
El dinero fue creado y, posteriormente, fue adaptándose y evolucionando al compás de la complejización de las sociedades que necesitaron soluciones para facilitar los intercambios de mercaderías y servicios. Las primeras formas de intercambio no eran monetarias. En los comienzos, esta actividad básica era satisfecha por el conocido trueque, que consistía en un simple intercambio de un producto por otro que era percibido de un valor similar. Pero las limitaciones de este modo, llevaron a que se busquen otros elementos que sirvan como bienes de cambio.
Estos nuevos bienes intermediarios debían cumplir distintas características para superar las dificultades que imponía el trueque: tenían que ser fácilmente transportables y divisibles, debían ser almacenables, no perecederos, tenían que conservar su valor en el tiempo y no podían crearse ni destruirse fácilmente. Aquí estamos hablando de dinero-mercancía, que generalmente eran metales preciosos.
De todas formas, estos seguían siendo intercambios directos que funcionaron hasta que la sociedad pudo satisfacer sus necesidades más básicas, comenzó a desarrollar nuevas actividades y, por lo tanto, aumentó la división del trabajo. A partir de aquí, las monedas de oro, por ejemplo, ya no eran prácticas para desempeñarse como bien intermediario a la hora realizar un intercambio. Por lo tanto, se necesitó, nuevamente, de una solución que será dada por el “Dinero-Signo”. Hablamos de billetes y monedas emitidos por un Estado. En este caso, los bancos centrales de los Estados aparecen como protagonistas, y los billetes y monedas, ya no tienen un valor intrínseco como podía tener el oro o la plata, sino que su valor está dado por la confianza que tiene la comunidad en él. Es la confianza en las instituciones la que le da valor a los billetes creados para facilitar el intercambio en el mercado en nuestros tiempos.
Es decir, el dinero es un bien utilizado como medio de intercambio de bienes y servicios, que nace cuando el intercambio directo deja de ser viable y sirve como depósito de un valor. Pero no cualquier cosa puede ser dinero, sino que debe cumplir con varias condiciones económicas: debe ser equivalente general a todos los bienes y servicios, debe ser aceptado de forma generalizada, debe ser patrón de medida y reserva de valor, un valor como medio de pago que está dado por la confianza y por ser definido de curso legal. El dinero es el nexo en el circuito económico que une a la producción, la distribución y el consumo, permitiendo la interrelación entre los agentes económicos (Rovelli, 2016).
Con él surge la necesidad de sistemas contables confiables y, además, se extienden los sistemas financieros, dando lugar a libros de contabilidad computarizados que acrecentaron la función de coordinación de los bancos centrales. Son los bancos centrales los que, en la actualidad, definen qué moneda se acepta para los diferentes intercambios y los que llevan el registro de las transacciones realizadas. Es por ello, que la confianza en esta institución es central para el dinero que conocemos. En síntesis, la teoría considera dinero mercancía a los bienes u objetos que tienen valor en sí mismos, como el caso del oro o la plata. Por otra parte, hablamos de dinero fiduciario cuando el valor de la moneda se basa en la fe que la comunidad tiene sobre ella, es decir, no se respalda en metales preciosos.
Es este contexto, junto a la explosión de las nuevas tecnologías, el que da lugar al germen de una nueva forma que facilita las transacciones por fuera del protagonismo y centralización de los Bancos Centrales. Hablamos de las criptomonedas.
Entonces, ¿Qué son las criptomonedas?
El Banco Central Europeo las definió como “una representación digital de valor que puede ser utilizada como un medio de pago alternativo al dinero que usamos día a día”. Es alternativo porque, a diferencia de las monedas digitales, no están emitidas por una autoridad central y ningún país, excepto El Salvador, las reconoce como una moneda de curso legal. Al no existir de forma física, es un sistema de pago solo posible a través de internet, permitiendo que las transacciones sean totalmente anónimas y que estén basadas en una red entre iguales (P2P) donde ya no hay necesidad de un “árbitro” que las vigile (por ejemplo, instituciones bancarias).
El Bitcoin fue la primera criptomoneda que empezó a operar, y lo hizo en el año 2009 cuando se publica un artículo anónimo, bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, que propone una solución algorítmica para la creación de una red que permita el intercambio entre personas.
Consiste en un sistema descentralizado que se hace posible gracias a la tecnología de la criptografía, y específicamente el Blockchain, o cadena de bloques (que podemos entender como un registro de datos). En esta estructura de datos, cada conjunto (bloque) contiene meta informaciones (hash) del bloque que lo precede. De esta manera, no se puede modificar la información de un bloque a menos que se modifiquen todos los posteriores. Hablamos de sistema descentralizado porque el registro de las distintas operaciones ya no es realizado por un banco, sino que lo hacen todos los usuarios que forman parte de la red y se almacena de manera simultánea en todas las computadoras de los que participan, las cuales se denominan “nodos”. Por ello, es una red entre pares (P2P- peer to peer).
Pero, ¿Cómo funciona?
En cuanto a su comercialización, existen plataformas digitales destinadas al intercambio de monedas virtuales, se las conoce con el nombre de exchanges de criptomonedas y la más grande del mundo es Binance. Estos mercados digitales permiten cambiar monedas virtuales por dinero o por otras monedas virtuales y son, generalmente, plataformas centralizadas.
Cada transacción que se realiza se agrupa con otras, que son hechas simultáneamente, en una misma “hoja”. Esta hoja, es denominada técnicamente como bloque. Son los participantes de la red, conocidos como mineros, los que ahora se encargan de verificar que las transacciones sean válidas y compartirlas con los demás para que todos tengan el mismo registro. Para que esto sea posible, y lograr un consenso sobre cuál registro es el correcto, se utiliza la prueba de trabajo (proof of work). Esto consiste en el pago de un costo computacional que debe hacer cada persona que quiera participar de la red como minero. Por ejemplo, deberá resolver distintos problemas matemáticos que requieren de la inversión de sus recursos computacionales para ganar un lugar en la red.
Aquí, ya estamos hablando de la rama de la informática denominada criptografía. Para todo este proceso, que busca impedir manipulaciones del registro, se usa un algoritmo de Hash consistente en funciones que codificarán cualquier dato que se le dé en una secuencia de número; un mínimo cambio en el dato que le demos resultará en un código de Hash totalmente distinto.
En el caso del Bitcoin, y en la mayoría de las criptomonedas que tienen un funcionamiento similar, lo que le pasamos a este algoritmo es el bloque, aquella “hoja” que tiene registrada una determinada cantidad de transacciones y un valor numérico que podemos modificar. La tarea del minero es ir modificando este último número que se le da al algoritmo, hasta encontrar el código de hash resultante que contenga en su inicio una determinada cantidad de ceros. Es decir, el minero tiene que encontrar el número, a través de sus recursos computacionales, que da el hash buscado. Aquel que lo encuentre, gana esta especie de “puzzle criptográfico” y el derecho de agregar su bloque de transacciones al registro general que posee toda la red.
¿Pero por qué alguien invertiría sus recursos computacionales en esta tarea? La respuesta a esta pregunta está intrínsecamente ligada a la creación de los bitcoins. Los bitcoins se minan, es decir, se generan, cuando una máquina logra validar el siguiente bloque de la cadena mediante la resolución del “hash puzzles” que nombramos anteriormente, y recibe por ello una recompensa. Esta recompensa es una cantidad determinada de Bitcoin. Dicha cantidad, a su vez, se ve reducida cada 4 años mediante el llamado “bitcoin halving”, encargado de ajustar los ritmos de producción, haciendo que cada vez sea más difícil conseguirlos y limitando la creación de unidades de la “moneda” que es finita: sólo pueden existir 21 millones de bitcoin.
Es por ello que, en la actualidad, cada vez se necesitan más recursos para minar y existen grandes granjas donde se dedican todos los recursos computacionales disponibles con el fin de minar bloques y obtener la recompensa que da la red.
Los conjuntos de mineros que buscan resolver dichos “hash puzzles” son conocidos como “pools de minería”. En Argentina contamos con algunos ya instalados y se prevé la llegada de nuevas inversiones. Es importante mencionar que este proceso (miles de computadoras compitiendo por ver quién llega antes a validar el siguiente bloque) consume una enorme cantidad de energía, incluso más que países como el nuestro, abriendo un interesante debate que involucra al medio ambiente.
Esta combinación de prueba de trabajo-consenso-incentivos permiten que la red funcione de forma descentralizada y segura. La seguridad del sistema es uno de los cimientos de la propuesta ya que no hay instituciones que vigilen lo que se hace ni a quién reclamar. Es que, en realidad, esto ya no es necesario. ¿Cómo es posible? Si alguien intenta manipular la información de un bloque, es decir de las transacciones realizadas, el código hash generado va a ser totalmente distinto y no va a ser incluido en ese gran registro. ¿Por qué? Porque el diseño del registro agrega al bloque minado, el código del hash que se obtuvo y, además, el del anterior bloque que se agregó, uniendo así los bloques válidos. Esto convierte a todo el trabajo realizado por distintos mineros en una cadena de bloques: estamos hablando del conocido blockchain.
Si bien el blockchain fue propuesto a fines del Siglo XX, se hizo popular con el nacimiento del Bitcoin en 2009. Pero también se utiliza para registrar y verificar la autenticidad de diferentes documentos como historiales médicos y actas matrimoniales, o es capaz de ser utilizado para la creación de contratos digitales. Es una tecnología muy útil que permite tener un registro de las transacciones a través de una estructura de datos conformada por bloques que contienen información, encadenados mediante aquel código hash único, haciendo que el diseño sea inmutable, descentralizado y consensuado. La garantía de la seguridad ya no viene dada por el gobierno o por una entidad de confianza que centraliza la información, sino por la correcta utilización de la criptografía, la matemática y la informática.
Existe otro método de validación de cadenas de bloques que es mucho más eficiente en términos ecológicos: el staking. Este funciona mediante lo que se conoce como proof-of-stake o prueba de participación. La principal diferencia es que, mientras el minado estimula la competencia en un sistema que termina siendo de suma cero, es decir, muchos agentes van a minar de forma simultánea, pero solo uno de ellos obtendrá recompensa (desperdiciando toda la energía utilizada por el resto en su intento de llegar primero), en el staking se generan nodos de participación para luego seleccionar de forma aleatoria a uno de ellos que será quien realice la validación (y recibirá a cambio una recompensa) mientras otros nodos funcionan como testigos.
Sea cual sea el método de validación, podemos destacar que la búsqueda de sistemas descentralizados tiene fundamentos prácticos y también filosóficos. En cuanto a su funcionalidad, la ausencia de nodos centrales evita la caída masiva del sistema, pero hace más difícil la coordinación general (entre nodos iguales). En cuanto a su concepción filosófica, permite un sistema monetario desregulado, esto es, sin la intervención de ningún Estado.
Criptomonedas: ¿monedas virtuales?
Suele decirse que las criptomonedas son monedas digitales o virtuales, sin embargo, podemos hacer una distinción: una moneda virtual es un medio de pago (no regulado) digital, mientras que las criptomonedas son un tipo de dichas monedas que cuenta con características especiales, entre ellas, la de poder eludir los problemas de valor en entornos virtuales, donde la escasez incide de un modo distinto (Barroilhet Díez, 2019). Pero esto puede ser discutido, y hay muchos que prefieren llamarlos “criptoactivos”.
Para que pudieran ser consideradas como monedas, tal como las conocemos hoy tradicionalmente, deberían cumplir 3 funciones: ser un medio de pago aceptado de forma generalizada para adquirir bienes y servicios, ser una unidad de cuenta que sirva para medir el valor de cualquier producto y ser depósito de valor. Difícilmente cuenta con estas 3 funciones en la actualidad. No es aceptado de forma legal por casi ningún país, ni es utilizado por la mayoría de la población, y su alta volatilidad le impide ser una reserva de valor. Respecto a esto último, actualmente el uso que se le da a las criptomonedas es mayoritariamente especulativo, donde la obtención de estos activos virtuales se vincula con las ganancias que puede llegar a generar en el futuro, lejos de ser utilizado como un simple medio de pago (Hernández, Ruiz, Valdez, & Ruiz, 2019).
Las monedas digitales existen, pero no son lo mismo que las criptomonedas. Cuando hablamos de monedas digitales, no nos referimos al famoso Bitcoin, ni a Ethereum, ni al meme que se convirtió en una cripto como Dogecoin, sino de proyectos como el “euro digital”, o el “yuan digital”, como posibles monedas emitidas centralizadamente que constituyen una modalidad digital de dinero del banco central y que cuentan con el respaldo de éste. Prometen una menor volatilidad y mayor seguridad que las criptomonedas, y contarán con apoyo de sus instituciones monetarias asegurando una estabilidad financiera que no puede proveer el mercado de los criptoactivos, al menos por ahora. Algunas de sus características serían: la conversión y el valor igual al dinero físico, transacciones disponibles 24/7, bajo costo en momento de creación y distribución, sistema seguro ante ciberataques, o caídas de sistemas y operable entre distintos sistemas bancarios. Agilizaría el comercio con pagos instantáneos y aumentaría la eficiencia fiscal ya que el pago de impuestos sería inmediato.
En este sentido, el Banco Central Europeo estudia la posibilidad de un euro digital cuyos primeros estudios se estarían llevando a cabo bajo tecnología blockchain, con el fin de procurar mayor transparencia y un mejor seguimiento de las transacciones y movimientos. Tanto Europa como China (ya se encuentra en fase de pruebas el yuan digital) quieren ser los primeros en avanzar por esta dirección, y así evitar que las cripto se conviertan en el principal medio de pago digital.
Estados, tecnología y regulación
Como estuvimos viendo, una de las grandes aristas del debate y la lucha de poder tiene que ver con la participación o no de un ente central que regule el sistema monetario. La mayoría de los países se muestran cautelosos y empiezan a pensar formas de regulación.
Sin embargo, en junio de 2021, El Salvador (que tiene su economía dolarizada desde 2001) se convirtió en el primer país del mundo en reconocer al Bitcoin como moneda de curso legal. Uno de los objetivos perseguidos sería el de utilizar dicha criptomoneda como reserva de valor, algo a priori difícil de lograr considerando la volatilidad que lo caracteriza. Por otro lado, esta disposición puede transformar a El Salvador en una especie de “paraíso fiscal”, ya que facilitaría la canalización de ganancias procedentes de actividades ilícitas como el ransomware o “secuestro de datos” (una extorsión en la cual un programa dañino restringe el acceso a datos o partes del sistema para luego pedir dinero a cambio de su liberación). De hecho, el Banco Mundial se negó a colaborar con la implementación de la nueva medida, argumentando preocupación por la falta de transparencia y el impacto ambiental.
En términos generales, el peligro criminógeno de mayor intensidad en relación a las criptomonedas se da en el ámbito del lavado de activos (Bedecarratz Scholz, 2018). En sentido contrario, podemos destacar que, también en junio de 2021, se conocieron medidas restrictivas en torno a las criptomonedas en China y Reino Unido.
Otro caso destacable es el Petro, un token venezolano (también basado en blockchain) respaldado por recursos naturales, que busca ser una solución al marcado problema monetario del país sudamericano. Esta moneda virtual solo puede ser minada por el Estado, característica que la hace distinta al resto. El Petro fue lanzado en 2018 y más allá de algunas ambigüedades normativas, es un experimento que merece ser tenido en cuenta (Aguirre, 2021). Sin embargo, aún podemos preguntarnos: ¿Qué es un token?
Contratos inteligentes y tokens
Primero digamos que los Smart contracts o contratos inteligentes, son programas informáticos que buscan facilitar y hacer cumplir acuerdos de forma presuntamente optimizada, ya que pueden eliminar intermediarios y reducen costos. Las cláusulas de estos acuerdos están escritas en códigos informáticos que se ejecutan de manera automática al cumplirse determinadas condiciones previamente pactadas. De esta manera, los Smart contracts otorgan confianza, ya que reducen la probabilidad de que existan controversias, sin embargo, no eliminan por completo esa posibilidad (Tasende, 2020). Asimismo, los contratos inteligentes son el sustento de los tokens y las aplicaciones descentralizadas (dapps).
Los NFT o TNF (token no fungible) es un tipo especial de cripto-activo que, a diferencia del bitcoin, no son intercambiables (aunque sí son transferibles). Toda criptomoneda cuenta con su cadena de bloques propia, mientras que los tokens necesitan usar una cadena de bloques ajena. Uno de sus posibles usos es la financiación: las ICOs (oferta inicial de monedas) son mecanismos que permiten captar recursos del público por fuera del sistema intermediario (bancario), pero marcando diferencias también con el mercado de valores (Echavarría Wartenberg, 2018). Las características principales de los NFT es que son únicos e indivisibles. Se crean a través de protocolos que, como vimos, no son otra cosa que contratos inteligentes. Estos tokens funcionan como un objeto de colección, ya que están pensados para crear una escasez digital que puede ser verificada gracias a la mencionada cadena de bloques.
La cuestión de la escasez es aquí crucial: muchos bienes han pasado a ser digitales, y un conjunto de datos (entiéndase una canción, una imagen, un video, etc.) puede ser copiado cualquier cantidad de veces. Quienes comercializan bienes digitales muchas veces intentan limitar dicha reproducción. Para pensar esto podemos tomar el ejemplo del joven de 23 años que fue arrestado en Japón por vender “pokemones” especiales (versiones difíciles de conseguir que obtuvo hackeando los juegos Pokémon Sword y Pokémon Shield) por un valor de 10.000 dólares. Algo similar ocurre con las disputas en torno a la reproducción ilegal de música o películas en internet y los conflictos respecto a la “piratería” y los derechos de autor.
¿Qué alternativa nos puede dar la criptografía? Tenemos el ejemplo de CryptoKitties, un juego en el cual los jugadores compran, crían y venden gatitos virtuales. Las transacciones en este caso se realizan utilizando la moneda Ethereum (la segunda más conocida después del bitcoin). CryptoKitties utiliza la tecnología de cadena de bloques para singularizar a cada uno de ellos, es decir, son NFT que no puedan ser copiados. Esto hace que los gatitos sean coleccionables, con autenticidad verificable y segura.
Sin embargo, existen otras miradas que intentan encontrar un puente entre la escasez o la singularización y el consumo masivo. Tim Berners-Lee (El ingeniero creador de la World Wide Web, código que liberó en 1993) subastó el archivo original de la WWW en forma de coleccionable digital (NFT), obteniendo 5,4 millones de dólares. Quizás esta sea una alternativa para asegurar ganancias por la creación de una obra, sin la necesidad de restringir su uso. En ese sentido, para Barroilhet Díez la genialidad de las criptomonedas está en la capacidad de tener una escasez creíble en un ambiente donde ella no es natural (2019).
Por otro lado, seguramente muchas personas sigan prefiriendo juntar pokemones antes que gatitos o documentos históricos… lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Dónde reside el valor de estos bienes? Una posible aproximación podría ser tomar las categorías de Valor de uso y Valor de cambio, distinción que ha sido abordada a lo largo de la historia por autores como Aristóteles, Smith, Ricardo o Marx. El valor de uso se determina según la aptitud de un bien para satisfacer una determinada necesidad, es decir, es una cualidad. Por otro lado, el valor de cambio es una cantidad que debe ser determinada y existen distintas visiones sobre cómo ocurre ello. La teoría del valor-trabajo va a decir que la unidad común a todas las mercancías es el trabajo utilizado en su elaboración, y el tiempo de trabajo será la clave para determinar el valor, aunque cada autor lo plantea de una forma particular. Por otra parte, encontramos la teoría del valor subjetivo, la cual plantea que el valor de una mercancía no proviene de ninguna característica o propiedad inherente a ella, sino de la valoración del individuo.
Conclusiones finales
Teniendo en cuenta las características y funcionamiento de las criptomonedas, de las cuales vimos solo una introducción, pueden identificarse beneficios, pero así también algunas desventajas. Por un lado, permiten una gran transparencia y privacidad, simultáneamente, debido a que absolutamente todas las transacciones se encuentran registradas protegiendo la identidad de quienes las hacen. Además, no se ven afectadas por políticas monetarias de ningún Estado, no dependen de ningún país ni de ningún banco, son “monedas” mundiales que pueden ser transferidas en cualquier momento, a cualquier parte del mundo sin restricciones.
Pero también es verdad que invertir en criptoactivos puede implicar algunos peligros. El principal es la gran volatilidad, que puede ser una oportunidad de negocio para algunos, y la quiebra para muchos otros. En los últimos meses se han visto grandes variaciones en todas las criptomonedas, y algunas han llegado a caer al 50% de su valor en tan solo una semana. Otro peligro refiere al almacenamiento de ellas en billeteras virtuales que pueden sufrir ciberataques y perder las criptomonedas de los usuarios. También hay que tener en cuenta el posible uso delictivo del antes mencionado anonimato. Por último, hay que tener en cuenta la posibilidad de la regulación que puedan emitir los Estados sobre las criptomonedas y cómo puede impactar en su valor y uso.
Como dijimos, el Bitcoin fue lanzado hace ya más de 10 años y fue cobrando relevancia a través del tiempo, superando en 2013 la barrera de los US$1000 y en 2021 la de los US$50.000. Hoy ocupa el primer lugar en capitalización del mercado, seguida por Ethereum, otra de las criptomonedas más importantes que introduce la posibilidad de crear aplicaciones más allá de su uso financiero.
Es imposible explicar qué es una criptomoneda sin hacer alusión al Bitcoin, que fue ejemplo y el punto de partida para la creación de muchas otras criptomonedas que hoy presentan proyectos a largo plazo y se enfocan en corregir aquellas imperfecciones que pueden tener, incorporando más tecnología y poniéndola al servicio de los intercambios.
Bibliografía consultada:
- Aguirre, J. (2021) El Petro venezolano un ensayo de soberanía estatal dentro de la criptoeconomía digital – CEPI UBA
- Barroilhet Díez, A (2019) Criptomonedas, economía y derecho. REVISTA CHILENA DE DERECHO Y TECNOLOGÍA, VOL. 8 NÚM. 1 (2019) • PÁGS. 29-67 •
- Bedecarratz Scholz, F (2018) Riesgos delictivos de las monedas virtuales: Nuevos desafíos para el derecho penal. REVISTA CHILENA DE DERECHO Y TECNOLOGÍA, VOL. 7 NÚM. 1 (2018) • PÁGS. 79-105 •
-Hernández, D., Ruiz, C., Valdez, M. & Ruiz J. (2019) “Explosion in Virtual Assets”, Revista Mexicana de Economía y Finanzas Nueva Época Volumen 14 Número 4, Octubre - Diciembre 2019, pp. 715-727, DOI: https://doi.org/10.21919/remef.v14i4.374
-Rovelli, Horacio (2016) Estado, dinero y cambio. Cátedra de Política Económica de la Carrera de Ciencia Política. Ediciones de la Universidad de Buenos Aires.
- Tasende, I. (2020) Blockchain y arbitraje: un nuevo enfoque en la resolución de disputas. Especial énfasis en smartcontracts y criptodivisas. Revista de Derecho n.º 22 (julio-diciembre 2020) ISSN 1510-3714 ISSN en línea 2393-6193 DOI: https://doi.org/10.22235/rd.vi22.2127
- Echavarría Wartenberg, D., “Surgimiento de las icos: implicaciones para el
caso colombiano”, Revista de Derecho Privado, Universidad Externado de Colombia, n.º 38, enero-junio 2020, 143-172, doi: 10.18601/01234366.n38.06.
Disclaimer: Valoramos la pluralidad de opiniones. Los artículos publicados por el Centro de Política Internacional no necesariamente representan las opiniones de todxs lxs miembrxs.
Comments