Por Iván Goldman, alumno del Taller de RRII
Atrincherado en el Palacio de la Moneda, luego de un intenso enfrentamiento que llevó al bombardeo del palacio presidencial, el bando golpista liderado por Augusto Pinochet se imponía y Salvador Allende era asesinado.
Allende, médico de profesión, lograría, en su cuarto intento en las urnas, ser el primer gobierno socialista del mundo que llegó al poder a través de elecciones democráticas en el año 1970 a través de su coalición de partidos de izquierda: la Unidad Popular.
Su gobierno no estuvo exento de dificultades. Paros generales, desabastecimientos, dificultades macroeconómicas, recurrentes cambios de gabinete y una sociedad en creciente polarización fueron tensando la situación en el país andino. A esto, pronto se le sumaron los intentos de golpe de estado como el “Tanquetazo” de Junio de 1973, el cual si bien fracasó dejó en claro que la situación institucional en Chile era de extrema delicadeza. Estas asonadas antidemocráticas contaban con un explícito apoyo de los Estados Unidos, a través del entonces Consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, en el marco de la Operación Cóndor que buscaba, a través de la represión y la instauración de gobiernos militares, limitar la expansión del comunismo en América Latina.
Finalmente, el 11 de Septiembre de 1973, Salvador Allende sería depuesto y una Junta Militar de Gobierno liderada por el General Augusto Pinochet tomaría las riendas del país. Este nuevo gobierno no solo llevó a cabo un proceso represivo a gran escala que trascendió las fronteras del país, como se ve en el caso del ex canciller allendista Orlando Letelier quien fue asesinado en Washington D.C. sino que también buscaría instaurar un modelo económico neoliberal en Chile.
Apoyándose en las ideas de los Chicago Boys, el gobierno militar llevó a cabo un plan de shock económico que supuso fuertes recortes al gasto público, despidos, devaluación de la moneda y privatización de empresas estatales. Un claro contraste con las medidas tomadas durante el gobierno de Allende, como fueron las estatizaciones de sectores claves de la economía o el congelamiento de precios de algunos bienes de consumo.
Este modelo de shock llevó a que se hablase del “milagro chileno” ante el crecimiento que se veía en distintos índices macroeconómicos tales como el PBI. Sin embargo, el modelo cimentado en la Constitución de Chile de 1980 impulsada por Pinochet crearía también fuertes desigualdades en la sociedad chilena.
Hacia 1990, con la restauración de la democracia en el país andino, la situación comenzó a cambiar y la democracia chilena logró cosechar éxitos económicos y sociales aunque, no logró deshacerse de muchas de las herencias del pinochetismo, principalmente de su constitución.
Si bien se le hicieron algunos cambios, los principales preceptos de la carta magna chilena seguían siendo los mismos que habían sido aprobados por Pinochet. Y las desigualdades de este modelo económico y legal se acumularon de tal forma que en el 2019 la situación llegó a un colapso.
Luego de una protesta estudiantil causada por los aumentos a realizarse en el precio del transporte público, en Chile se llevaron a cabo una serie de protestas de una masividad jamás antes vista. Concluyendo, finalmente, con la convocatoria a un referéndum sobre si se debía redactar una nueva constitución, que siendo aprobado abrió las puertas a una nueva era para el país andino.
Hoy día Chile está cerca de deshacerse de la principal herencia surgida de ese golpe de estado que se dio un 11 de Septiembre de 1973. La elección de una nueva convención constituyente que se realizó en Mayo de 2021 propone un futuro distinto para Chile, con una democracia consolidada, soberana y con una sociedad más justa.
Allende, aquella mañana de 1973, dijo en su último mensaje a la nación, ante su inminente caída, que tenía fe en Chile y su destino, donde los libres construirían una sociedad mejor. La historia, finalmente, parece haberle dado la razón.