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Los enfrentamientos entre Azerbaiyán y Armenia, la herencia del desplome de la Unión Soviética.

Por Celine Potetti Vallejos, Miembro del Observatorio de Asuntos Humanitarios.


Pese al caos mundial que se vive durante este 2020, los enfrentamientos internacionales bélicos no cesaron y, una vez más, el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán se recrudece. Esto dirige la mirada internacional hacia la región del Cáucaso, donde tiene lugar la disputa territorial entre las dos ex-repúblicas soviéticas por la región de Nagorno Karabaj.

Geografía de la zona en conflicto

Azerbaiyán y Armenia protagonizaron desde los últimos días del mes de septiembre hasta el 9 de noviembre del 2020, un conflicto armado sobre la República de Artsaj, también conocida como Nagorno Karabaj, enclave que formó parte de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán durante la existencia de la URSS. Esta región está habitada casi íntegramente por armenios, por lo que ese país se adjudica su posesión. Los habitantes de Nagorno Karabaj tienen una idiosincrasia muy distante a la de la población azerbaiyana, cuyo idioma es una variante del turco, conocido como el azerí, y que son musulmanes, mientras que para los armenios el cristianismo es un determinante en su identidad.


Mapa del área en conflicto

Antecedentes históricos

La disputa por el territorio empieza una vez ocurrida la caída del imperio Ruso en 1918, cuando el intento de construir una república federal transcaucásica fracasa. Esto generó que se conformen los estados actuales de Georgia, Armenia y Azerbaiyán, anexados a la URSS. El 5 de Julio de 1921 el territorio montañoso de Nagorno Karabaj pasó a formar parte de Azerbaiyán por decisión del Buró Caucasiano del Partido Comunista de Rusia.


En los 80, el nacionalismo de Nagorno Karabaj, conjugado con sus pretensiones separatistas, fue potenciándose a medida que la Unión Soviética se iba debilitando hasta que en 1988 comenzaron las revueltas armadas en el Alto Karabaj. Ante el estallido de este conflicto, Moscú se posicionó como aliado estratégico de Armenia mientras que Turquía, motivado por la lengua y religión que comparten (además de su histórica enemistad con Armenia) convirtió Ankara en un aliado diplomático de Azerbaiyán.


Las tendencias nacionalistas en Azerbaiyán y Armenia crecían sin techo y en 1991 estalló una cruenta guerra por el control de Nagorno Karabaj, que se prolongó durante 3 años. Esta disputa trajo como consecuencia unos 25.000 muertos, miles de desplazados, así como la pérdida del control de la región por parte de Azerbaiyán y de siete distritos adyacentes, ocupados por Armenia, que los considera una “franja de seguridad”.


Durante la guerra, el 10 diciembre de 1991 la población armenia de la región en conflicto ejerció su derecho a la libre determinación. Días antes de la disolución oficial de la URSS, en Karabaj se celebró un referéndum durante el cual el 99.89% de la población se pronunció a favor de la proclamación del territorio separatista como una república independiente, con el nombre de República de Artsaj, cuya capital sería Stepanakert. De esa forma, la autoproclamada república se independizó de Azerbaiyán, quien calificó el referéndum de ilegal.


Desde entonces, Artsaj tiene una constitución, leyes, impuestos, sistema político, salud y un sistema educativo funcionales propios. En definitiva, el enclave armenio tiene todas las características internas de un Estado, pero no ha sido reconocido internacionalmente por ningún país de la comunidad.


Este conflicto abierto, en el que Azerbaiyán insiste en conservar su integridad territorial, mientras Armenia defiende los intereses de la autoproclamada República de Artsaj, se encuentra latente sin un alto el fuego definitivo. Es por ello que cada año se registran enfrentamientos, que se recrudecieron a partir de que los países se han rearmado adquiriendo innovadora tecnología militar y cuentan con el apoyo de sus aliados tradicionales, el de Rusia para Armenia y el de Turquía para Azerbaiyán.


En consecuencia, el 27 de septiembre del 2020 llegó a su fin esa paz endeble que reinaba, a partir de la adopción que ambos países hicieron de la famosa ley marcial, medida de emergencia bajo la cual el ejército asume la autoridad y las funciones del gobierno civil. De esta forma, hace más de un mes la población de Artsaj se vio inmersa en un conflicto armado el cual, recién cuarenta y cinco días después, ha cesado con un alto al fuego acordado entre Armenia y Azerbaiyán, con la mediación de Rusia.


Derecho a la libre determinación de los pueblos

Uno de los aspectos importantes a la hora de analizar el conflicto armenio-azerí es el derecho a la libre determinación de los pueblos, al cual se apeló a la hora de declarar la independencia de la República de Artsaj. El presidente de Armenia, Armen Sargisyan aseguró que “la resolución del conflicto de Nagorno-Karabaj debe basarse en el respeto del derecho de los pueblos a la libre determinación”.


Este principio, adoptado en 1960 con una resolución de la ONU, afirma que ante la necesidad de crear condiciones de estabilidad, bienestar y relaciones amistosas, los pueblos tienen un derecho inalienable a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su territorio nacional. A fin de que los pueblos dependientes puedan ejercer pacífica y libremente su derecho a la independencia completa, debe cesar toda acción armada o medida represiva dirigida contra ellos y respetarse la integridad de su territorio nacional.


Es posible observar entonces como, en base a este derecho fundamental consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, Artsaj tenía la potestad de consolidarse como Estado independiente, como manifestación del derecho a la libre determinación y de conformidad con el derecho a la secesión como remedio a la discriminación sistemática, violaciones masivas de los derechos humanos, la depuración étnica y la agresión armada cometidas por Azerbaiyán.


Durante el período en el que Artsaj formó parte de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, las autoridades azerbaiyanas, con el fin de modificar la situación demográfica (reduciendo el número de armenios), aplicaron medidas sistemáticas que vulneraban los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de esta población.


Frente a la lucha del pueblo de Artsaj por los derechos civiles, la dignidad nacional, el desarrollo económico, la identidad cultural y la educación en la lengua materna, el gobierno de Azerbaiyán lanzó la “Operación Anillo”, mediante la cual deportó a la población armenia e instauró un bloqueo económico a la región. El resultado fue el asesinato y la mutilación de miles de armenios y la deportación de tantos otros.


La apelación al derecho de libre autodeterminación de los pueblos era un elemento fundamental que contrarrestaba el miedo latente por parte de los armenios frente a la posibilidad de un nuevo genocidio, similar al ocurrido entre 1915 y 1923. En ese entonces, entre un millón y medio y dos millones de civiles armenios fueron perseguidos y asesinados por el gobierno de los Jóvenes Turcos, en el Imperio otomano. Dado que Azerbaiyán contaba con el apoyo incondicional del gobierno Turco, el miedo a revivir esta situación fue un elemento crucial para que el pueblo de Artsaj recurra al derecho de autodeterminación.


Influencia de actores internacionales.

Azerbaiyán es cercano a Turquía desde la disolución de la URSS en 1991. Luego de protestas en Turquía contra la guerra de Nagorno-Karabagh, y ante el recrudecimiento de las acciones armadas, el gobierno turco cerró la frontera con Armenia y suspendió las conversaciones para establecer relaciones diplomáticas.


Es fundamental destacar la cercanía étnica entre Turquía y Azerbaiyán, lo que permite entender su estrecho vínculo. Los dos son pueblos túrquicos y, por ello, la alianza entre Bakú y Ankara va más allá de la lógica política. La mejor expresión de esta unión la encontramos en Heydar Aliyev (ex presidente de Azerbaiyán y padre del actual mandatario) quien afirmó que Turquía y Azerbaiyán eran “una nación y dos estados”.


Desde el punto de vista militar, la cooperación es muy estrecha, sobre todo en materia de industria de defensa. El punto máximo de cooperación fue la firma del Tratado de Asociación Estratégica y Asistencia Mutua por el cual ambas partes se comprometen a asistirse militarmente si una tercera los atacara. Así es que el ejército turco está participando extraoficialmente del lado de Azerbaiyán: sus drones Bayraktar están siendo utilizados y Turquía reclutó a mercenarios y terroristas, y los llevó a la zona en conflicto para lanzar un ataque sobre la población de la república de Artsaj. (Nikol Pashinian, Primer Ministro armenio, 2020).


Ante el recrudecimiento del conflicto, el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, aseguró que el combate no tendría lugar si no fuera por el accionar de Turquía y por ello Armenia presentó una demanda de medidas cautelares ante la corte suprema contra dicho país. Un comunicado hecho público por el Tribunal afirma que "ante la escalada del conflicto", se aplicarían aquellas medidas cautelares exhortando "a todos los Estados directa o indirectamente implicados en el conflicto, incluido Turquía", para que se abstengan de violar el Convenio Europeo de Derechos Humanos.


Es por ello que el referente armenio asegura que “La comunidad internacional debe saber que existe realmente una grave amenaza, y esa amenaza es grave no solo en el contexto de Nagorno Karabaj, sino también en términos geopolíticos, porque esto es un intento de continuar, a través del genocidio, las políticas imperialistas de Turquía”. La amenaza no solo se cierne sobre Artsaj, sino también sobre todos los armenios en el Cáucaso sur, ya que son el último obstáculo en el camino de Turquía hacia las continuas políticas imperialistas hacia el norte, el este y el sureste. “ (2020).


Rusia históricamente ha mantenido una posición mucho más cercana a Armenia que a Azerbaiyán, aunque no es menos cierto que Moscú también trató de buscar un cierto equilibrio. De hecho, Rusia mantiene una base militar en territorio armenio y Yereván es parte del Tratado de Seguridad Colectiva, una organización de defensa colectiva que garantiza la ayuda militar rusa en el caso de que uno de sus miembros sea atacado.


En 1997 Rusia y Armenia firmaron un tratado de amistad que permite que guardias fronterizos rusos patrullen los límites de Armenia con Turquía e Irán, y que garantiza la asistencia mutua en caso de ataque externo. Si estallara una guerra entre Armenia y Azerbaiyán en territorio armenio, Moscú debería responder. Sin embargo, el Kremlin dejó en claro que el territorio de Nagorno-Karabaj no entra en esta garantía de seguridad al no estar reconocido internacionalmente como territorio armenio.


Esfuerzos por la paz

Dentro del interés de la comunidad internacional por el conflicto del Cáucaso Sur, resulta indispensable el trabajo realizado por el Grupo de Minsk, de la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE). Esta comisión ad hoc comenzó a funcionar en 1992, en plena Guerra de Nagorno Karabaj, tras la reunión en Helsinki de la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), cuyo fin es tratar el conflicto y acercar las posiciones hacia una paz duradera.


El Grupo de Minsk es copresidido desde 1997 por Rusia, Francia y Estados Unidos, y sus miembros permanentes son Bielorrusia, Turquía, Alemania, Italia, Suecia, Finlandia, Azerbaiyán y Armenia. Este órgano propuso numerosos planes a las partes, pero ninguno logró establecer la paz definitiva en el territorio en conflicto. Ya sea por no haber sido aceptada por los mandatarios de ambos países, o por ser rechazado por la sociedad civil de Armenia y Stepanakert, estas medidas no concretaron ninguna solución, simplemente congelaron el conflicto.


El 12 de mayo de 1994, una vez derrotadas las fuerzas azeríes, los armenios logran el control del territorio y se establece un alto al fuego no oficial impulsado por el gobierno ruso. Si bien este cese de las hostilidades puso fin a tres años de guerra abierta, (que tuvo un saldo de 25.000 muertos y 700.000 expulsados de sus hogares) este fue completamente endeble ya que fue quebrantado por las partes en cuestión.


En esos años se barajaron distintos tipos de propuestas para darle una solución definitiva al conflicto. Una de ellas, postulada por el grupo de Minsk, fue presentada en 1997 y buscaba que la república de Artsaj sea reconocida como independiente y a su vez esté gobernada por ambas partes. Poseería fuerzas de seguridad y judiciales, idioma armenio y sus habitantes podrían transitar libremente, con pasaportes expedidos por su propia autoridad.


Armenia dio su conformidad pero Azerbaiyán no. Y es así como la razón por la cual fracasan los intentos del Grupo de Minsk para propiciar una resolución, radica en la profundidad de los componentes afectivos nacionalistas de Armenia, Azerbaiyán y de la sociedad karabají. Este ha sido el común denominador por la que cada propuesta del Grupo ha sido rechazada, ya que ambas partes se encuentran inmersas en posiciones de suma-cero y no están dispuestas a modificar sus posturas.


El gobierno de Azerbaiyán insiste en la devolución de los territorios, el abandono de la región por parte de las tropas armenias y el retorno a sus lugares de origen de las personas desplazadas. Por otro lado, Armenia se resiste a admitir que la región sea legalmente parte de Azerbaiyán, argumentando que la República de Artsaj se declaró independiente.


Ante el recrudecimiento del conflicto, Armenia y Azerbaiyán se acusan mutuamente de comenzar las hostilidades, atacarse y tomar posesiones sobre el terreno, mientras los pueblos y ciudades son bombardeadas de forma indiscriminada. Al respecto, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, pidió un alto el fuego para evitar más víctimas y sufrimiento de la población civil. La solicitud responde a las repercusiones que los enfrentamientos están causando, ya que desde el 27 de septiembre hasta el 8 de octubre habrían muerto unos 53 civiles.


Si bien desde el rebrote de las hostilidades, Azerbaiyán y Armenia pactaron ya dos armisticios en Nagorno Karabaj -el 10 y el 18 de octubre-, ambas treguas fueron infringidas el mismo día que entraron en vigor, y las partes se acusan mutuamente de haber dado el primer paso en la violación de esos acuerdos.


Tras más de un mes de combates sangrientos, el 9 de noviembre del 2020 se firmó un alto al fuego para poner fin al conflicto militar entre Armenia y Azerbaiyán. El primero en dar la noticia fue el primer ministro Armenio, Nikol Pashinián, siendo luego confirmada por el Kremlin, que actuó como mediador y ratificada por el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev. Para asegurar su cumplimiento, el presidente ruso anunció que desplegarán un cuerpo de 2000 soldados en la línea de frente en Nagorno-Karabaj los cuales permanecerán allí durante cinco años que se prorrogarán automáticamente por otros cinco, a menos que Armenia o Azerbaiyán notifiquen su intención de rescindir esta cláusula.


Vladimir Putin a su vez expresó su deseo de que “se establezcan las condiciones para una solución duradera y completa de la crisis” (2020). Confirmó a su vez que los desplazados tanto azerbaiyanos como armenios que huyeron ante el recrudecimiento del conflicto podrán volver a sus hogares bajo la supervisión del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).


Este acuerdo supone la partición del enclave en dos zonas, la sur, azerbaiyana y la norte, armenia. Por su parte, Azerbaiyán conserva la ciudad histórica y estratégica de Shusha, ubicada en la carretera que une Armenia con la capital separatista, Stepanakert, y retoma territorios que componían el cordón de seguridad de los separatistas armenios desde los años 90. Entre ellos se encuentra Jebrai, Fuzili, así como Kalbajar, Agdam y Lachín, los cuales deben ser entregados antes del 15, del 20 de noviembre y 1 de diciembre de 2020 respectivamente.


La república autoproclamada poseerá una relación física con Armenia que será ahora el corredor de Lachín, de 5 km de ancho, que llega asimismo a la capital del enclave, Stepanakert. La capital estará rodeada al este y al oeste, al norte y al sur, por territorios bajo control azerbaiyano. Al respecto el primer ministro armenio declaró que “El texto de la declaración es muy doloroso, personalmente para mí y para nuestro pueblo. Tomé esta decisión tras un profundo análisis de la situación militar y una valoración de personas que tienen un mayor dominio de la situación” (2020).


Por su parte, Ilham Aliyev, Presidente de Azerbaiyán, declaró que el acuerdo suponeel final de la fase militar del conflicto”. Según sus palabras, “pasamos ahora a la fase de solución política”. Este anuncio llenó las calles de Bakú de gente celebrando el acuerdo, no así en Ereván, donde cientos de manifestantes se movilizaron a la casa del primer ministro, la sede de Gobierno e ingresaron al Parlamento para protestar contra el acuerdo, que consideraron una concesión a Azerbaiyán.

Crisis humanitaria y Derechos Humanos

El conflicto armado trajo como consecuencias el desplazamiento de numerosos ciudadanos de la región así como también bajas en la población civil y parte de las fuerzas armadas en la línea de combate. Casi 5.000 muertos desde el 27 de septiembre, según estimaciones del presidente ruso, Vladimir Putin.


Denis Krivosheev, director en funciones de Amnistía Internacional para Europa Oriental y Asia Central, aseguró que “Debe darse prioridad a la protección de la población civil atrapada en la escalada del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por la región de Nagorno Karabaj” (2020), tras confirmar el uso de las prohibidas bombas de racimo en la región, disparadas por fuerzas azerbaiyanas.


Estas bombas están prohibidas en cualquier circunstancia por el derecho internacional humanitario y, por tanto, usarlas para atacar zonas civiles es especialmente peligroso y sólo puede causar más muertes y lesiones años después de ser utilizadas. Durante los últimos días de septiembre del 2020, imágenes compatibles con el uso de municiones de racimo en la ciudad de Stepanakert, capital de la República de Arstaj, fueron publicadas por las autoridades de la región, que también informaron sobre un número indeterminado de víctimas civiles tras nuevos bombardeos en la capital y en la localidad de Shushi.


Las municiones esparcen cientos de sub municiones por una amplia zona, y dado que entre el 5% y el 20% no llega a explotar, permanecen sobre el terreno. Esto representa una amenaza equiparable a la de las minas terrestres antipersonal dado el peligro para aquellas personas que entren en contacto con la munición sin explotar. Por ello los más perjudicados por el conflicto son los 145.000 habitantes de la república de Artsaj.


Esta situación obligó a la mitad de la población de esa región a dejar sus hogares y protegerse tanto dentro del territorio como fuera de él en zonas más seguras convirtiéndose en refugiados o desplazados. “Según nuestros cálculos preliminares, entre 70.000 y 75.000 personas se vieron obligadas a desplazarse, el 90% de ellos, mujeres y niños", informó Artak Belgarian (2020), Defensor del Pueblo de Nagorno Karabaj.


Las autoridades locales y armenias acusan a Azerbaiyán de tomar como blanco a los civiles desde el inicio de los combates, sobre todo en Stepanakert, la ciudad más importante del enclave, donde viven unas 50.000 personas. La localidad es hoy en día un objetivo constante de cohetes y proyectiles, que fuerzan a la población a refugiarse en los subsuelos o directamente a huir de sus casas.


Conclusiones

Un alto al fuego no es suficiente para solucionar el conflicto existente entre Armenia y Azerbaiyán. Por un lado, porque aquellos que fueron establecidos, numerosas veces fracasaron ante el quebrantamiento por una de las partes. Por otro lado, estos acuerdos endebles no ponen fin a la raíz del conflicto, sino simplemente logran apaciguar por un tiempo determinado los ataques.


Si bien es un tema sensible para ambas partes, el creciente odio étnico trae a la memoria del pueblo armenio las masacres de 1915-1917 perpetradas por el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, genocidio que Turquía se niega a reconocer ya que considera las masacres como una reubicación forzada. Es por ello que el pueblo Armenio no hace diferencia entre turcos y azerbaiyanos, ya que estos últimos cuentan con el fuerte apoyo de Ankara y en consecuencia representan una amenaza a su seguridad nacional.


Tan solo basta con un mínimo movimiento por parte de Azerbaiyán o Armenia para que ambos desplieguen sus fuerzas en pos de defenderse de un supuesto ataque por parte de su enemigo. La reanudación periódica de los combates y los temerarios pasos que van dando los contendientes reflejan la incapacidad del Grupo Minsk a la hora de encontrar una solución permanente.


Una vez más el recrudecimiento de este conflicto en los últimos 2 meses, pese a la situación de pandemia, es un llamado de atención a las autoridades internacionales para que tomen cartas en el asunto. Resulta fundamental y urgente la aplicación de medidas que busquen solucionar de raíz el problema, respetando los derechos, pedidos y deseos de la población que habita el territorio en disputa, ya que esta guerra abierta no solo se cobra la vida de combatientes sino de numerosos civiles.


Por ello resulta importante difundir e informar en medios de comunicación como periódicos, redes, revistas e investigaciones, lo que está teniendo lugar en la región del Cáucaso entre Armenia y Azerbaiyán. Hoy en día gracias a la colaboración rusa como mediadora en el conflicto se ha logrado llegar a un cese de las hostilidades acordado entre ambas partes en discordia. A partir de ahora resulta fundamental el cumplimiento de este pacto para lograr poner un fin definitivo al enfrentamiento armado y así proteger los intereses y derechos de la población de la República de Artsaj, evitando el fallecimiento de civiles, niños y cientos de desplazados, además de la parálisis total de la vida económica, política, social y cultural.


Bibliografía



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