El martillo económico: impacto y límites de las sanciones occidentales sobre la economía rusa
- UBA Centro de Estudios de Política Internacional
- 4 abr
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Actualizado: 4 abr
La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 desencadenó una respuesta económica sin precedentes por parte de Occidente. Publicado por primera vez en El Economista el 16/03/2025 Por Lautaro Rubbi, Profesor de RR. II. Director del Observatorio en Defensa y Seguridad Internacional (CEPI - UBA)

Un aluvión de sanciones, coordinadas a una escala inédita, buscaba aislar financieramente a Rusia, paralizar su economía y, en última instancia, forzar un repliegue militar.
A más de tres años del inicio del conflicto, el balance de esta guerra económica presenta un panorama complejo, donde la resiliencia rusa convive con tensiones macroeconómicas crecientes.
El arsenal de sanciones desplegado contra Rusia abarca un espectro amplio: congelación de activos del Banco Central ruso en el extranjero (estimados en unos 300.000 millones de euros, según la Unión Europea), exclusión de bancos rusos del sistema SWIFT, restricciones a la exportación de tecnología (especialmente semiconductores), topes al precio del petróleo ruso, prohibición de importaciones de productos rusos clave, y la salida de miles de empresas occidentales del mercado ruso.
El impacto inicial fue severo. En 2022, el PIB ruso se contrajo entre 1,2% y 2,1%, según cifras de la agencia Rosstat, que en un principio anunció una caída del 2,1% y luego ajustó parcialmente la estimación.
El FMI y el Banco Mundial habían anticipado descensos aún mayores. Aunque esta caída fue menor a las previsiones iniciales más pesimistas (que auguraban un desplome de hasta el 10%), representó un golpe significativo para una economía que, hasta entonces, había disfrutado de años de superávit fiscal y estabilidad macroeconómica.
Sin embargo, la economía rusa demostró una resiliencia mayor a la esperada. En 2023, sorprendió a los analistas con un crecimiento estimado en el rango de 2-3%. El FMI lo sitúa en torno al 2,2%, mientras algunos analistas privados apuntan incluso más cerca del 3%. ¿Cómo se explica esta aparente recuperación?
Varios factores entraron en juego:
Ingresos energéticos resilientes: A pesar de las sanciones y el tope al precio del petróleo, Rusia siguió obteniendo ingresos significativos por sus exportaciones de hidrocarburos, especialmente durante la primera mitad de 2022, cuando los precios se dispararon. Si bien los ingresos petroleros disminuyeron en 2023, siguieron siendo una fuente crucial de divisas.
Reorientación comercial: Rusia redirigió parte de su comercio exterior hacia países no alineados con las sanciones, principalmente China e India. El comercio bilateral entre China y Rusia alcanzó un récord de US$ 240.000 millones en 2023, según datos de la aduana china.
Estímulo fiscal masivo: El gobierno ruso incrementó drásticamente el gasto público, especialmente en el sector militar. Según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), el gasto militar ruso aumentó 24% en 2023, alcanzando el 5,9% del PIB. Para 2024, se anunció que se destinaría aproximadamente el 8,7% del PIB a "defensa y seguridad".
"Desdolarización": Rusia aceleró el proceso de reducción de su dependencia del dólar estadounidense en sus transacciones internacionales. El 95% del comercio entre China y Rusia ya se realiza en rublos o yuanes, según fuentes oficiales. Además, Moscú incrementó sus reservas de oro monetario, alcanzando alrededor de 2.350 toneladas en 2023.
No obstante, esta resiliencia también oculta tensiones macroeconómicas crecientes. La inflación se disparó, alcanzando el 9,9% interanual en enero de 2025, muy por encima de la meta oficial del 4%.
En 2021, la inflación interanual se ubicó en torno al 6,7% (Rosstat). El Banco de Rusia se vio obligado a elevar la tasa de interés clave hasta el 21%, un nivel inusualmente alto.
Esta inflación, impulsada principalmente por el gasto militar masivo, erosiona el poder adquisitivo de la población y genera desequilibrios. El estímulo fiscal bélico ha sobrecalentado la economía rusa, creando presiones de demanda que el banco central difícilmente puede contrarrestar.
Otro indicador preocupante es la depreciación del rublo. Aunque se estabilizó después de una caída inicial e incluso se apreció a finales de 2023, la moneda rusa se ha devaluado significativamente frente al dólar y el euro, encareciendo las importaciones y alimentando la inflación.
Además, las sanciones han tensado las cuentas públicas. El presupuesto federal ruso pasó a déficit en 2022, después de años de superávit, y se prevé que continúe en déficit en los próximos años.
Aunque la deuda pública bruta rusa sigue siendo baja en términos del PIB (alrededor del 20,4% en 2025), el endeudamiento de empresas estatales y bancos ha crecido, y las altas tasas de interés encarecen este financiamiento. En resumen, las sanciones occidentales han infligido un daño considerable a la economía rusa, pero no han logrado paralizarla ni forzar un cambio inmediato en su política exterior. Han erosionado sus fundamentos económicos, limitando su acceso a tecnología avanzada y mercados financieros, y obligándola a depender de un crecimiento impulsado por el gasto militar, que no es sostenible a largo plazo.
El Banco Mundial estima un crecimiento del 1,6% para 2025, lo que sugiere una desaceleración en el futuro. Además, las sanciones han afectado la capacidad de innovación y la producción industrial rusa, con consecuencias potencialmente duraderas. El "martillo económico" ha golpeado, pero no ha noqueado.
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