Por Bernardo Dall ´Ongaro, Coordinador del Observatorio de Política Internacional

Fuente: CNEA
La reducción de gases contaminantes y adopción de fuentes de energía alternativas a las convencionales, es uno de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible. Para limitar el impacto del efecto invernadero en el medio ambiente y transitar hacia matrices energéticas limpias, sostenibles y seguras, cada país debería diseñar e implementar su propia estrategia nacional en función de sus propios recursos y capacidades.
Es en el marco de este compromiso y tendencia de política internacional a la reducción del uso de combustibles fósiles que se inscribe una “ventana de oportunidad” para el sector nuclear argentino. Dicho sector es uno de los clusters tecnológicos sobre los que se apoya el plan de desarrollo nacional del país. La Argentina es parte del selecto grupo de Estados con el conocimiento científico para construir, gestionar y operar los denominados Reactores Modulares Pequeños (SMR).
Este tipo de reactores son una innovación tecnológica notable en materia del desarrollo nuclear a nivel global. Con capacidades eléctricas de hasta 300 MWe, los SMR poseen determinadas ventajas comparativas respecto de los tradicionales reactores de potencia. Su construcción y puesta en funcionamiento demanda menos tiempo, menos recursos económicos, y, al ser pequeños y compactos, son más simples de transportar y emplazar físicamente en lugares de diversa naturaleza. Al ser modulares, pueden construirse en fábricas en serie, garantizando calidad, facilidad de licenciamiento y estandarización. Además de proporcionar energía eléctrica limpia, segura y sostenible a bajos costos, los SMR podrían brindar otras funcionalidades directamente alineadas a los Objetivos para el Desarrollo Sostenible. Estas incluyen la desalación del agua del mar para suministrar agua potable a poblaciones sin acceso a ella y la producción de hidrógeno rosa, que constituye otra fuente de energía limpia y sostenible. La construcción y puesta en funcionamiento de estos reactores a gran escala, permitiría eliminar altas cantidades de dióxido de carbono (descarbonizar la matriz energética) y aproximar a la comunidad internacional al Zero Neto en el año 2050.
De este modo, los SMR se posicionan como una pieza atractiva en el engranaje de políticas públicas que pudiesen constituir una estrategia nacional de transición energética. Esto le abre a la Argentina una “ventana de oportunidad” para (re) insertarse en el mercado energético internacional en general, y en el nuclear en particular. Por un lado, le permitiría aportar una solución concreta y eficiente a la problemática del cambio climático, brindándole a otros Estados la opción de acceder a energía limpia y segura a bajos costos. Por otro lado, le permitiría exportar tecnología nuclear de vanguardia y el conocimiento científico para su desarrollo y gestión segura, es decir, exportar valor.
No obstante, esta línea de pensamiento implicaría resolver previamente un dilema en torno a las medidas de protección física y sistemas de salvaguardias acordes a las tecnologías nucleares emergentes. Los materiales e instalaciones nucleares de los Estados deben estar sujetas a los estrictos parámetros de controles externos del Organismo Internacional de Energía Atómica ¿Se deberían rediseñar y/o crear nuevos y más adecuados mecanismos de salvaguardias o utilizar los esquemas tradicionales? Uno de los desafíos actuales reside en identificar cuáles serían los sistemas de salvaguardias más adecuados para los SMR. La respuesta técnica y política de este interrogante le permitiría a la Argentina brindar una solución oportuna y eficiente al denominado “trilema energético”, otorgándole la posibilidad de consumir y ofrecer energía segura, sostenible y accesible a otros países también comprometidos con los Objetivos para el Desarrollo Sostenible.
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