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Día Internacional de los Trabajadores. Las luchas obreras de hoy y siempre

El 1° de mayo se celebra el día Internacional de los Trabajadores oficialmente en 80 países en conmemoración a los Mártires de Chicago.


Por Karina Meneghetti miembro del Observatorio de Economía Política Internacional



El 1° de mayo de 1886 obreros sindicalizados, principalmente anarquistas, en la ciudad de Chicago, iniciaron una huelga que se basaba en reclamos por mejoras en las condiciones laborales, entre ellas, la reducción de la jornada laboral a 8 horas diarias. Decenas de miles de personas trabajadoras se manifestaron en las calles y fueron reprimidos violentamente dejando muertos y heridos en manos policiales; lo que generó nuevas manifestaciones.


El 4 de mayo, tras el acto celebrado en Haymarket Square, la represión de la protesta fue mucho más violenta. Mientras se intentaba dispersar a la multitud, una bomba fue arrojada contra los policías, provocando la muerte de uno de ellos. Las autoridades se lanzaron a la caza de los culpables y tras un juicio rápido y cargado de irregularidades, cinco personas fueron condenadas a muerte.


A finales de mayo, algunos sectores patronales accedieron a reconocer la jornada de 8 horas. En 1889, se celebró en París una reunión organizada por asociaciones obreras socialistas y laboristas que dieron origen a la llamada Segunda Internacional, en dicha ocasión se declaró el 1º de mayo como el “Día Internacional de los Trabajadores” (UNQ, 2019).


La lucha por las mejoras en las condiciones laborales y salariales han sido permanentes desde entonces. Cabe recordar las luchas sindicales cargadas de violencia de principio del siglo XX: El Domingo Sangriento en San Petersburgo, Rusia (1905); la huelga de La Canadiense en Barcelona, España (1919); la Semana Trágica (1919), las huelgas de La Forestal (1921) y las de los peones rurales de la Patagonia (1920-1921) en Argentina; y tantas otras que fueron sumándose con el correr de los años bajo la instauración de regímenes represivos y políticas de corte neoliberal que encontraban como aliados a sectores conservadores para imponer reducciones salariales, recortes de derechos laborales y la extranjerización y reducción del aparato productivo local, bajo la falsa promesa de que la flexibilización dejaría como saldo incrementos en la productividad, el empleo, el crecimiento económico y un derrame hacia la sociedad en su conjunto.


Si bien se han producido logros en muchas partes del mundo en materia de derechos laborales y de la seguridad social de la mano de las luchas obreras y convenios internacionales emanados de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) creada tras el fin de la Primera Guerra Mundial, aún persisten ciertas problemáticas y han surgido nuevas de la mano de las tecnologías de la información y la comunicación, cuyos impactos se han acelerados desde la década de 1990.


Las problemáticas laborales actuales nos invitan repensar en la organización social y sexual del trabajo, en donde las desigualdades se manifiestan en las brechas salariales de género y el desconocimiento de los cuidados no remunerados como eje organizador de las actividades productivas; la informalidad laboral que afecta a más de la mitad de la población activa a nivel mundial principalmente África, los Estados Árabe y Asia y América Latina (ONU, 2018), que dejan en situación de desprotección social a jóvenes, adultos y mayores, así como a sus familias. Asimismo, también cabe observar la situación de las y los trabajadores migrantes y rurales.


Finalmente, todas estas problemáticas que han estado presente en diferentes etapas históricas, se han visto atravesadas por las transformaciones que ha producido la economía digital en el mundo del trabajo (OIT, 2021). La expansión de la conectividad, las innovaciones en las tecnologías de la información y las comunicaciones y la proliferación de plataformas digitales en varios sectores de la economía, han creado oportunidades laborales y nuevos desafíos. El avance tecnológico ha traído aumentos en la productividad, la creación de nuevas fuentes de empleo y modalidades de trabajo. Sin embargo, afrontamos al reto de que no todos serán igualmente beneficiados. La desigualdad en los ingresos, el capital social y educativo y la concentración del capital impactarán de diferente manera sobre las problemáticas ya existentes.


La Pandemia de COVID-19 nos ha enfrentado, por un lado, al aprovechamiento de las nuevas tecnologías para continuar con las actividades laborales en donde la presencialidad era la norma (la educación, el sector público, la telemedicina, el comercio, entre otros), cuyo desafío se encuentra en la conciliación entre la vida familiar y laboral no implique una sobrecarga, especialmente entre quienes dedican una mayor parte de su tiempo a las tareas domésticas y de cuidados. Por otra parte, la revalorización y centralidad que tomaron las tareas de cuidados de niños y niñas, personas mayores y enfermas como organizadoras de la sociedad; y finalmente el alto nivel de vulnerabilidad entre quienes se encontraban inmersos en la informalidad laboral y otras formas atípicas de empleo.


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